Cautivado por la arquitectura y el estilo de la Ciudad de México, en 1834 el viajero inglés Charles Latrobe la nombró “ciudad de los palacios”. En su libro The Rambler in Mexico (Un Excursionista en México), Latrobe escribe: “Se puede observar una gran vista conformada por palacios y edificios que contrastan con el azul intenso del cielo y unas montañas que se asoman a lo lejos cubiertas por una atmósfera transparente. La combinación de colores y las proporciones arquitectónicas es más espléndida y bella de lo que puedo describir”.
Siglo y medio más tarde, José Emilio Pacheco acuñó el término “ciudad de los batracios”, cuando la urbe se convirtió en un laboratorio para la extinción, habitada por seres mixtos que tratan de sobrevivir día con día, como señaló Carlos Monsiváis.
A propósito del curso Poética de la crónica: De la ciudad de los Palacios a la Ciudad de los Batracios, Vicente Quirarte habló en entrevista sobre la Ciudad de México. Desde el punto de vista del escritor, la mítica “ciudad de los palacios” se ha convertido en “la ciudad después del apocalipsis”, donde no sólo se sobrevive sino que además existe una forma peculiar de hacerlo.
Recientemente, la capital fue rebautizada por el gobierno como CDMX, hecho que el escritor considera como absurdo. “Los amantes de esta ciudad, los que nacimos en ella, siempre la hemos llamado Ciudad de México. Yo nunca dije que era del D.F. sino orgullosamente centrícola, como decía José Joaquín Blanco”, explica Quirarte.
En una ciudad como ésta, donde habitan casi 10 millones de personas, la industria de la construcción es una de las más activas, no obstante, Quirarte señala que debe reglamentarse el uso de suelo sobre todo para los grandes consorcios, y ser más flexible con los permisos destinados para crear centros culturales.
El escritor recordó que para obtener el permiso para construir la Academia Mexicana de la Lengua, se invirtió mucho tiempo en la gestión de trámites. “Desgraciadamente quienes pueden pagar la especulación inmobiliaria, como la llamaba Italo Calvino, son los grandes consorcios que tienen los recursos económicos para hacerlo”.
Otro de los aspectos en los que es evidente la transformación de la ciudad es en el transporte. Quirarte relata que desde niño se acostumbró a disfrutar de largas caminatas y cuenta haber escrito un texto llamado La generación del metro, porque aún recuerda con claridad cómo a los 16 años vivió la inauguración de la primera línea del STC Metro.
“Mucho tiempo usé el transporte público, pero cada vez es más difícil utilizarlo porque somos muchos. Hay que usarlo estratégicamente, que no sea en horas pico. Ahora soy un extranjero del metro, uno se mete y ya no pertenece a él, lo cual no deja de ser triste porque es un sistema muy útil, rápido y barato relativamente”.
Sobre las manifestaciones, el escritor rememoró las grandes marchas obreras en la década de los 20 y el apogeo de estas movilizaciones que han inspirado a escritores y artistas. “El poeta Manuel Maples Arce habla de cómo le llamó la atención este ejercicio de la calle, y ese fenómeno lo llevó a escribir su libro Urbe, ese poema sobre la ciudad ocupada por los obreros. También Efraín Huerta en su poema “Declaración de odio”, habla sobre los días rojos y azules; precisamente el azul de los trajes obreros y el rojo de las banderas”.
Mina Santiago