Muchas de las disciplinas artísticas que conocemos se desprenden de una u otra manera de prácticas religiosas: danza y ritual fueron algún tiempo lo mismo, himno y poesía apenas si se han separado. Para Mathias Goeritz, la unidad primordial de estas esferas fue más que un tema: fue el hilo conductor de su obra, lo que la une en lo más profundo. El Museo Experimental El Eco es la cristalización de la arquitectura emocional, proyecto con el que propone repensar las edificaciones para volverlas a dotar de los elementos espirituales que tuvieron en otros tiempos con las catedrales y las mezquitas. La UNAM ha consagrado (entremos, con él, en la dinámica de lo sagrado) a Goeritz y su obra todo el museo, entre cuyas paredes estará expuesta Variaciones para Ursa, esculturas del artista que participan de la misma concepción religiosa del arte.
La obra consiste en dos columnas de diferente tamaño, ambas con base de estrella pero con diferente número de aristas, dispuestas a diferente profundidad en una habitación con planta de pirámide sin punta, toda pintada de blanco y de techo muy elevado. La referencia a la Osa Mayor, un poco por el nombre de la pieza, otro poco por la forma de las columnas, sobresale.
En la astronomía ptolemaica, las constelaciones inalcanzables comprenden la imagen de la divinidad, tanto por su distancia, como por lo enigmático de su existencia y su inmutabilidad (al menos aparente). Según esta doctrina, nuestro mundo es el más susceptible de todos a la corrupción; conforme avanzamos, no obstante, hacia arriba y salimos del mundo sublunar, dejamos atrás a la Diana Triforme, a los bélicos Marte y Venus, y alcanzamos la octava esfera, encontraremos la habitación perenne e incorruptible de las estrellas.
Me parece que Goeritz reinterpreta esta concepción mitológica del Universo y sobre todo la noción de espejo entre el Macrocosmos (las esferas celestes) y el Microcosmos (el hombre) en Variaciones para Ursa. Recordemos que no se trata simplemente de un par de estrellas que hacen referencia a la Osa Mayor: son, antes que nada, columnas. Las torres, campanarios y obeliscos han servido desde el origen como puente con la divinidad para los constructores; si Dios destruyó la Torre de Babel fue porque no quería que los hombres, engreídos, pudieran entrar a su casa. Este par de columnas representan, pues, ese vínculo entre el mundo de lo terrenal y lo celeste, entre el hombre y su dios, del que hablábamos antes. Esa es la razón por la que me resulta tan sugerente la exposición dentro de la Catedral de la Arquitectura Emocional, El Eco. Las piezas no son elementos externos al conjunto del edificio, sino que concuerdan a la perfección con esta idea del arte como práctica religiosa. Son un elemento de la armonía espacial que Goeritz planteó en su manifiesto de 1954, en el que trabajó a lo largo de su carrera y hoy puede entenderse (experimentarse, mejor aún), en el Museo Experimental El Eco.
Pedro Derrant
Variaciones para Ursa se presenta del 16 de enero al 27 de marzo en el Museo Experimental El Eco. Consulta el horario de visita en www.cultura.unam.mx.