Un retrato de Los grandes muertos y la sociedad mexicana del siglo XIX

Una de las muchas caras del mexicano hace ver a éste como un ser con un sentimiento de fortaleza contra el mundo y sus vicisitudes, muchas veces desmedido e incompatible con la realidad. Los grandes muertos, montaje de 6 obras temáticamente similares, plantea una melancolía de proporciones épicas que se desarrolla a través de varias generaciones. Un ejercicio que remite, sin duda, a Cien años de soledad de Gabriel García Márquez; aunque con características muy particulares de la idiosincrasia mexicana. El sureste decimonónico podría funcionar como una analogía de Macondo.

El galán de ultramar; La amante; Fermento y sueño; Tres perros y un gato; La Sota; y Los médicos conforman una serie de piezas teatrales en las que no sólo se repiten personajes; sino también recuerdos y emociones. De la primera a la última obra se aprecia un cambio significativo; se conforma un manual de la humanidad en busca de la felicidad, aunque las condiciones socioculturales de la época signifiquen el principal obstáculo en esta cacería espiritual.

No es sorpresivo que estas obras sean producto de la mente de Luisa Josefina Hernández. Incuestionablemente se percibe el aroma de una mujer que nació y vivió en un México preso de discursos oficialistas y memoria roída; uno que entendía silenciosamente las contradicciones de la psique mexicana; uno que forjó a dramaturgos como Emilio Carballido, Rosario Castellanos y Jorge Ibargüengoitia, críticos de la realidad aceptada como “verdadera”.

La mujer oprimida es la principal protagonista de la historia. Es difícil observar cómo se le vende; desestima; calumnia; o utiliza sexualmente. Así, la mirada reflexiva de Luisa Josefina Hernández se detiene en temas como la soledad femenina, el machismo, la discriminación racial y social de aquellos días. Hernández ofrece un retrato irónico de aquella sociedad paternalista y dividida en castas del siglo XIX, donde las mujeres eran tratadas como adornos.

José Caballero, director de este ambicioso montaje, busca conectar múltiples obras de teatro bajo una sola premisa. ¿Debería contar únicamente la historia de un puñado de personajes? ¿Ligarlas por su contexto histórico y sociocultural? o, ¿tal vez lidiar con las máscaras que atañen a la humanidad en general, independientemente de su historia y lugar de origen? Curiosamente, la respuesta es una combinación de tiempo y emociones. Sentimientos que surgieron con una eterna rigidez en El galán de ultramar, y que en las obras subsecuentes se diluyen, hasta transformarse en algo totalmente diferente.

El trabajo de las actrices Azalia Ortiz (Agustina Santander), Gabriela Núñez (Romana), y Paulina Treviño (Sofía Fierro de Lugo) destaca por la dimensión de crecimiento de sus personajes, aunado a la fuerza con la que potencian sus personalidades.

Mauricio Maldonado

Los grandes muertos presenta una corta temporada en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario, en colaboración con la Compañía Nacional de Teatro. www.cultura.unam.mx.