Un beso en la frente, montaje contra la violencia de género

Ana Gutiérrez ha recibido un beso en la frente, una propuesta de matrimonio y un anillo. Le cuenta a su madre que se quiere casar, que está enamorada. “¿Cuándo lo conociste?”, pregunta su madre. “Ayer lo conocí”, dice Ana. De un desenfreno amoroso llega el prematuro desengaño: un día antes de la boda aparece la violencia física, el golpe por la espalda, la falsa disculpa. A partir de ese momento, el miedo constante, el horror y la humillación. El tiempo transcurre, si es que puede transcurrir de esa manera. Siete años de matrimonio hasta que un día recibe una golpiza que la deja en estado de coma…

 

Un beso en la frente escenifica el amor y cuidado de una madre hacia su hija. A través del desdoble de dos actrices en la vestimenta, cada una puede ser Ana, Eva o la abuela. Los lentes son madurez, experiencia y la atención hacia el peligro. El enfrentamiento con la bestialidad de Víctor Martín esta vez no será en solitario. Nunca más.

Ana despierta, teme a su reflejo en el espejo. Por su parte, Víctor ha salido de la cárcel “por buena conducta”. Una grosería. El reflejo, sin embargo, ocurre. Pero ahora con una transformación enriquecedora: Eva también recibe un beso en la frente, una propuesta de matrimonio y un anillo (que no es de su medida), pero no se casa. La advertencia sobre el peligro es escuchada a tiempo. Madre e hija.

Un gesto inolvidable, constante y simbólico. Ante cada evento trágico ponerse el cabello atrás de la orejas. Recogerse. El final enfatiza el cambio. Ana y Eva, con lentes y el cabello suelto, disfrutando el aire que las despeina. No se trata, como dicen los personajes, de huir. Es alejarse para cuidar de uno mismo. Ahora hija y madre emprenden un viaje a una nueva ciudad. El reinicio de la vida mientras la iluminación de la escena se apaga.

Por su parte, la narración del episodio más violento de la obra se vuelve también un aviso. El espectador lee detenidamente cada cartel morado que no debe dejar pasar de largo. Me grita, me pega, duele… Obra teatral que busca concientizar sobre la violencia de género. “Tengo un dedo despierto, y ¿cómo le hago para contagiar a los otros?”.

 

La actuación es de gran dominio por parte de Tae Solana y Assira Abbate. Juntas dialogan una escenografía de lo íntimo y lo compartido. La música, por su parte, es diseñada al momento a través de la grabación de sonidos disímiles y unidos en un loop. La tensión de la repetición realzará la angustia y horror. Sin embargo, tanto la violencia como la música se pueden detener. Así sucede en la obra y así en la vida real. No lo olvidemos…

Un beso en la frente formó parte del Tour Universo de Letras, sistema que fomenta la lectura y la escritura entre jóvenes. Se presentó en veinte planteles universitarios con la intención de propiciar la reflexión en torno a la prevalencia de la violencia hacia las mujeres en nuestra sociedad. Ahora presenta una breve temporada en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón, con funciones los jueves y viernes a las 20 horas, sábados a las 12:30 y 7 pm y domingos a las 12:30 y 18 horas.

Dirección: Isabel Toledo. Adaptación dramática: Jimena Eme Vázquez. Basada en el texto de la autora Esther B. del Brío González. Con Tae Solana y Assira Abbate. Diseño de escenografía, iluminación y vestuario: Natalia Sedano. Diseño sonoro: Diego Espinosa.

Yair Mercado

Un beso en la frente puede verse hasta el 2 de febrero en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón. Más información en www.cultura.unam.mx.