Todo, caída en espiral hacia el vacío

La puesta en escena Todo, basada en el libro de cuentos homónimo de Janne Teller, forma un díptico con su antecesora: Nada, y propone un retrato en torno a la violencia y soledad en la que viven los adolescentes en la época actual.

Todo se construye como una serie de relatos que cierran, de algún modo, la visión de la escritora respecto a la juventud. Las diferencias con el lenguaje y la cultura danesa hicieron necesaria una adaptación, realizada por José Manuel Hidalgo, quien encontró el tono adecuado para lograr una cercanía con los adolescentes mexicanos.

La pieza, conformada de cinco historias y un epílogo, presenta a personajes autónomos e independientes entre sí, que, a pesar de ello, están unidos por las mismas preocupaciones surgidas a partir de las preguntas que nos hacemos mientras miramos el mundo y la realidad que vivimos.

Las historias tienen un denominador común: los jóvenes protagonistas experimentan una soledad que asumen como propia a sus naturalezas. Desean intensamente el contacto con el otro, lo intentan con profunda y secreta devoción, ignoran, quizá, que todos estamos solos en este mundo, a pesar de que somos millones.

En la obra, se toma el skateboarding, sin patinetas, como hilo conductor. Los movimientos escénicos propios de este deporte extremo mantienen al filo de la butaca al espectador, quien experimenta una sensación de vértigo continua.

Las patinetas invisibles representan la rapidez con la que un niño crece y la contraposición de equilibrio / desequilibrio de sus cambios físicos, emocionales y psicológicos, que para Teller también se vinculan con posturas filosóficas. Las preguntas de los personajes, si bien en un principio son personales, alcanzan profundidad ontológica e intentan dar sentido a la existencia.

Los cuatro protagonistas de la pieza pretenden realizar la célebre maniobra de un joven que salta con su patineta sobre un barandal. Hazaña que, como las preguntas filosóficas, requiere driblar a la nada, pero ¿qué los impulsa?

Conforme avanza la obra, podemos darnos cuenta de que más que el deseo de experimentar la adrenalina del vuelo, son los conflictos familiares, cuyo rostro es la violencia en sus múltiples formas, el impulso que los arroja. Esta fuerza va más allá de las ruedas y los pies y convierte todo deseo de ascenso en caída.

El eco de la violencia resuena en cada uno de los skaters, en su intento por desafiar la gravedad. Las acrobacias no son más que descensos en espiral, cuyo fin es el vacío, espejo negro donde se refleja la aguda crisis de la adolescencia. La caída en espiral hacia el vacío se convierte en una bella metáfora de la búsqueda de la trascendencia, que parte del dolor y su posterior fracaso, al notar que la apuesta por “el todo” deriva en “la nada”.

Sandro Valdés Lugo

La propuesta escénica, bajo la dirección de Mariana Giménez, cuenta con las actuaciones de Andrea Riera, Leonardo Zamudio, Lucía Uribe, Nick Angiuly y Pablo Marín. Se presenta en el Teatro Santa Catarina hasta el 25 de marzo. Consulta horarios en www.cultura.unam.mx.