Santos vivientes: mártires y ascetas en movimiento

En una época en la que una parte de la sociedad vive obsesionada con tener el último iPhone, el modelo más reciente de Mac, o prendas de vestir de marcas prestigiosas, cuesta trabajo pensar en personajes que representan la renuncia a lo material. Planteado de otro modo y por dar un ejemplo, ¿qué tanto te identificas con San Francisco?

Las historias de santos que escuchamos o leímos alguna vez permanecen en nuestra mente como un recuerdo ajeno que poco a poco se desvanece. Pero son esos recuerdos que vislumbramos entre el espanto y la sorpresa, los que vuelven de manera maquinal a nuestra mente cuando visitamos la muestra Santos vivientes del artista londinense Michael Landy.

En su época de estudiante, Landy asistió a una exposición retrospectiva del dadaísta Jean Tinguely, en la que conoció y quedó prendado de las esculturas cinéticas que hacía el artista, las cuales estaban conformadas por desechos industriales que, en aras del arte de vanguardia, recuperaban su dinamismo perdido. La exposición también daba cuenta de la reacción de los espectadores ante aquellas esculturales máquinas: sonrisas como producidas por un juego.

Años después, con su reconocimiento artístico a cuestas, Michael Landy fue designado como miembro colegiado de la National Gallery de Londres, suceso que lo tuvo en contacto permanente con las obras pictóricas del Renacimiento, principalmente de contenido religioso. Entonces tuvo una idea: suscitar en futuros espectadores aquella sensación que experimentó ante el trabajo de Tinguely a través de una exposición de esculturas cinéticas de los mártires y ascetas más celebrados en el arte renacentista. Y puso manos a la obra. El proceso de creación de las esculturas y la opinión del autor sobre ellas son materia de la proyección que ocupa la primera sección de la muestra Santos vivientes.

Las pinturas originales de los santos recreados por Landy ilustran, con una obstinación que actualmente nos puede parecer malsana: San Lorenzo sosteniendo la parrilla sobre la que fue calcinado o Santa Águeda “con sus dos pechos cortados puestos en una bandeja”, el afán de estos personajes ejemplares de rechazar lo terrenal, lo carnal, en favor de su fe, la más alta de las virtudes teologales.

El artista londinense, al utilizar mecanismos hechos de “basura”, da vida (movimiento) a los santos en el momento de sus trances más difíciles. Y es precisamente la unión de los engranes de una época completamente industrializada y que contamina sin cesar, con la defensa de la fe representada en la pintura del siglo XV lo que produce una cantidad enorme de interpretaciones sobre la obra: ¿La “espiritualidad” puesta en las garras de “El buen fin”? Baste decir aquí que el espectador esbozará una lúdica sonrisa al accionar el mecanismo de estos santos vivientes, seguramente muy parecida a la de los primeros receptores de la obra de Tinguely.

José Alfredo Valerio Luna

Santos vivientes permanece en exhibición hasta el 8 de marzo de 2015. Si quieren saber más acerca de la vida, obra y milagros de Landy, la página del Antiguo Colegio de San Ildefonso recomienda el artículo de Borja Bergareche, “Michael Landy, cita doble: en la National Gallery y en la galería Thomas Dane”. Por nuestra parte te recomendamos la película Millions de Danny Boyle. Más informes sobre la muestra en: www.sanildefonso.org.mx.