Retrato de un silencio fallido, el hermetismo de la cultura japonesa

El hermetismo de la cultura japonesa puede tener múltiples significados: por un lado representa la preservación de raíces y tradiciones; por el otro, la negación de un pasado oscuro y vergonzoso. Una de las paradojas de esta doble cara se instituye en la participación de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Lo que alguna vez constituyó una reverencia y servicio incuestionable a la patria; orgullo en la conquista de culturas consideradas inferiores –como la china o coreana–; el decoro en la oferta de la propia vida para el beneplácito del imperio; o la lealtad indisoluble hacia los camaradas en armas, en la actualidad implica una remembranza-castigo; una penitencia desmesurada; un absurdo que sirve mejor en un cajón olvidado, que en la reflexión de la vida contemporánea.

Meiro Koizumi se da a la tarea de investigar esta contradicción. Procura, a través del videoarte, otorgar una unidad a aquello que se refrena sin miramiento alguno. Para este ejercicio, analiza la figura de los kamikaze, o “viento divino”; pilotos-bomba que representaron el último intento desesperado de los japoneses para impedir el avance aliado a las islas de la madre patria. Para llegar a la profundidad de un acto sanguinario considerado tabú, Koizumi se vale de la entrevista y la representación.

Un actor interpreta a un aviador kamikaze que se despide de sus padres por última vez. Una cierta parodia invade las primeras tomas del video; una caricatura que no pretende denigrar las vidas de los pilotos que murieron por un ideal –por más cruento e irracional que nos parezca–, aunque sí cuestionar sus fundamentos más abismales. El humor se diluye con cada modificación que Koizumi añade a la actuación del histrión. Al final, cuando el actor se ha convertido en el kamikaze, aquel moderno samurái, es cuando la emoción desborda al espectador. Se observa a un joven, de unos 18 años aproximadamente, que desgarra el alma de sus padres –y también de aquellos que observan–, porque sabemos que va a morir. Ya no importa si la insensatez de los japoneses de mediados de siglo pasado nos parece aterradora; al final observamos a un muchacho; un hijo, un hermano o un amigo, sellar su sentencia de muerte. Mostrar la dualidad de estos sentimientos, el desvarío vs. la empatía humana, es uno de los objetivos sustanciales de Koizumi en la exposición.

Un anciano recuerda a un amigo kamikaze. Un error de máquinas les impide unirse en combate. Más de 60 años después de su muerte, Koizumi lo exhorta a decir todo lo que no pudo a su hermano caído a través de la fabricación de un diálogo imaginario con el difunto. Este tipo de imágenes son las que otorgan una fuerza incuestionable a Retrato de un silencio fallido.

En la época contemporánea, en la que cientos de personas se quitan la vida en pos de una ideología religiosa; en la que los japoneses cotejan modificar la constitución que les prohíbe participar en conflictos bélicos; momento en el que tantas vidas se malgastan en pugnas absurdas, ¿necesitamos medio siglo de silencio para cuestionar las pérdidas? Para Meiro Koizumi, la respuesta siempre será negativa.

Mauricio Maldonado

Retrato de un silencio fallido se exhibe actualmente en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) hasta el 3 de enero de 2016. Más información en www.cultura.unam.mx.