Este espejo es extraño. Devuelve a los ojos a un extraño. Este espejo abre un abismo. Y este abismo es también extraño. Es un abismo que invita al encuentro. Al rescate. Porque quien se asoma en él encuentra su rostro fundido con el de alguien más: un otro, una otra, que mira desde el otro lado. Los ojos de ambos mirantes se funden, se confunden, se tocan, se atraviesan. Este espejo extraño espejea más que todos los espejos.
La dinámica que propone la artista argentina Nina Kovensky (1993) abre una pregunta: ¿a quién miras?
Empachi 3.0 (2023) es una invitación a asomarse al otro. A espejearse en y con el otro. Esta instalación, cuyo título es una combinación lúdica de palabras: empatía y empacho, se presenta por primera vez y es producto de una residencia que la artista realizó en Casa del Lago. Forma parte de la exposición Recursiva mutante, que bajo la curaduría de Catalina Urtubey (Argentina, 1990) reflexiona sobre la posibilidad del reencuentro con los otros, en un momento en que el mundo entero pareciera una cámara de eco en que se sufre un empacho de selfies y algoritmos autorreferenciales.
Panoptiko, otra pieza realizada en la residencia, es también un juego de reflejos: un caleidoscopio vertical en el que uno mira el reverso de un espejo calado, y adentro encuentra su mirada multiplicada al infinito. Pero, sorpresa, es posible que la imagen de la mirada propia se cruce de pronto con la de alguien más.
La obra de Kovensky, explica la curadora, reflexiona sobre los vínculos desde el arte conceptual, pero también desde la materialidad. “Nos devuelve la mirada sobre uno mismo y sobre el otro, que puede ser percibido como algo que está en nosotros”.
El título de la muestra se refiere a la imagen recursiva, es decir, esa ilusión óptica ad infinitum que se crea al colocar un espejo frente a otro. Una repetición abismal. En la propuesta, advierte Urtubey, la metáfora del infinito tiene un quiebre, muta; algo nos rescata del abismo, y ese algo es alguien: el otro cuya mirada se toca en el vértigo de la espiral a la que la artista invita a arrojarse. Así la repetición no es infinita, cambia, deja de repetirse: salvación.
“Nina nos pone ante ese abismo de la imagen recursiva, pero distorsionándola en un punto en el que uno pueda salir a flote y no quedar aislado en ella; genera esta imagen recursiva, pero poniendo al otro para que nos saque”, dice la curadora, quien ha acompañado a Kovensky en diversos proyectos. Algunos son recuperados en la obra que da la bienvenida a la exposición: Interferencias, un archivo vivo de acciones en espacios públicos que la artista realiza desde hace varios años y que actualiza de manera permanente.
“Este video permite conocer un poco su trayectoria y cómo toda su obra, si bien tiene que ver con la creación de objetos, tiene que ver sobre todo con la interacción entre humanos, y cómo esos objetos interfieren en la dinámica alienada del mundo de hoy. Permite entender la dinámica de sus obras como objetos no estáticos sino como dispositivos de activación social y de experimentación. Los corre de su función habitual para que sirvan al encuentro con otro”.
También se exhibe una pieza emblemática: Cámaras de seguridad. Un dispositivo que consta de tres aparatos hechos con espejos, similares a las cámaras de vigilancia que penden de los techos. Aquí están colocados en tres puntos diferentes de la sala Resquicio. “No tienen un sistema digital que almacene la información, pero al estar construidos en espejo, lo convierten a uno y a los demás, simultáneamente, en vigilantes. Son una instancia de observación para mirarse siendo el que observa y el observado”.
La de Kovensky es una apuesta que pone en juego, distorsiona y cuestiona el entendimiento del mito de Narciso, considera Urtubey. ¿Realmente Narciso se ahogó por enamorarse de su propio reflejo? ¿Es posible que su reflejo le devolviera a un extraño y se lanzara a él para conocer a ese otro? Preguntas como estas son solo otra forma de ver el mito, señala. “Porque lo que vemos en el espejo tampoco es lo que es. Y ya que vamos a sentir que eso somos, entendamos que somos y no somos solos”.
Recursiva mutante se exhibe en la Sala Resquicio de Casa del Lago.
María Eugenia Sevilla