Memorándum: Historias que pasaron por manos de mujeres

A pesar de ser un grupo emblemático de los 70, Mocedades aún nos resulta familiar a varios hijos de los 90. Cómo olvidar el inconfundible siseo de los cassettes, en los que algunos de nuestros padres habían grabado canciones del grupo español, cuyas melodías algo tenían de un melancólico coro o arrullo. De entre todas esas piezas, hay una misteriosa y triste titulada “Secretaria”, que habla, precisamente, de una secretaria que ha pasado la vida enamorada de su jefe, siempre a su lado, necesaria, pero nunca correspondida. ¿Qué hay entonces tras ese personaje misterioso? La secretaria: la que escucha, escribe y calla.

En su exposición Memorándum, el artista mexicano Héctor Zamora, plantea esa incógnita: la invisibilidad de la secretaria frente a un sistema estructurado, frío, mecánico. Reflexiona, pues, sobre la historia detrás de todas esas mujeres que, en algún momento, armadas con una ruidosa máquina de escribir, representaron una importante fuerza laboral que no fue reconocida o fue minimizada. Memorándum es también un guiño a todas las historias que pasaron por las manos de esas mujeres: cartas, oficios, declaraciones. A final de cuentas, como comenta el mismo artista, incluso la corrupción pasó por las manos de ellas, las invisibles, las que saben y callan, las que organizan una vida.

Sin embargo, también podríamos pensar en todas las mujeres que, al aprender este oficio, fueron capaces de asegurarse un trabajo, de adquirir independencia económica, de sustentar o colaborar con la economía de sus hogares. De cualquier modo, el solicitado curso de Mecanografía y Taquigrafía es cosa del pasado: la tecnología lo ha devastado. Al usar una computadora, no es necesario saber cómo centrar el texto visualmente, cómo lograr el margen inferior perfecto o cómo borrar un error pequeño sin manchar la hoja, porque la mecanografía, contrario a lo que se podría pensar, era un oficio que tenía técnica, bemoles y sus encantos propios.

Aunque Héctor Zamora ha declarado abiertamente que su instalación estaba pensada expresamente para referirse a ellas, las secretarias, es posible relacionarla con otras instancias o temas. Por ejemplo, es innegable la relación de la exposición con la burocracia: el gobierno de escritorio, ese tan vilipendiado mal enraizado en las entrañas de la democracia. El sistema se come al hombre, el hombre es vulnerable.

Entre las máquinas de la instalación en el Museo del Chopo, uno se siente en una pesadilla de Kafka: el insecto que no puede escapar de un laberinto horrorosamente vertical. Y de pronto, habría que pararse a pensar en la importancia de la mecanografía en la literatura, y resulta irónico que la misma máquina haya servido como herramienta para satisfacer a la humanidad y al mismo tiempo, para vulnerar al individuo de manera pasiva y brutal,  para convertirlo en un invertebrado informe.

Finalmente, según la interpretación que se le dé a la exposición, vale la pena hacer hincapié en su título: Memorándum. Es decir, lo que debe recordarse. Previsiblemente, para cada espectador, aquello que debe recordarse diferirá; lo único seguro es que esa gran estructura metálica frente a la galería central del museo, cuyos habitantes son escritorios y máquinas Olivetti, Olympia, Royal, Brother, no pasará desapercibida.

Eleonor González Roldán

Memorándum se presenta en el Museo Universitario del Chopo hasta el 25 de junio. Consulta los horarios en www.cultura.unam.mx.