Melville en Mazatlán, un espejo de espuma de mar

Muchas de las más bellas y grotescas historias han sido inspiradas por el mar, ese profundo, imponente y cadencioso mar que inventó al mundo entre sus olas y nos ofrece historias como espuma.

La obra Melville en Mazatlán es la historia de un joven y un viejo que tienen el mismo apellido: Melville. El primero, idealista y soñador, aunque inseguro (Pedro de Tavira); el segundo, desolado, apático y gruñón (Arturo Ríos). Ambos deprimidos, ambos distintos, ambos el mismo.

Escrita por el dramaturgo Vicente Quirarte y dirigida por Eduardo Ruiz Saviñón, la obra se presenta por primera vez al público en el Foro Sor Juana Inés De la Cruz hasta el 31 de mayo.

Tras la tercera llamada, las luces envilecen para dar paso a la penumbra de dos hombres que viven por la brisa del mar, pero que existen por la escritura. De entre las sombras, un joven aprecia el paisaje, a sus espaldas un viejo lee un libro y escribe sobre él. Pronto se conocen y se encuentran ante un espejo que fusiona pasado y futuro.

La puesta en escena retoma la vida de Herman Melville (1819-1891), escritor neoyorquino, autor de Moby-Dick, quien cuenta en su haber con una extensa obra que incluye novelas, cuentos, ensayos y poemas, que lo sitúan como un referente de la literatura universal. Sin embargo “no fue reconocido sino hasta después de muerto”, comenta Ruiz Saviñón, y agrega “es increíble que los artistas no puedan vivir de su trabajo”.

Al respecto, Arturo Ríos refirió que “Melville siempre fue depresivo, y en ese sentido va la obra” y en tono de broma señaló: “A los depresivos les va a encantar”. “Ni lo digas”, reviró De Tavira. Ambos sonrieron dejando entrever la camaradería que existe entre ellos.

“Los personajes se cuestionan si vale la pena hacer lo que se hace… La vida es absurda, nada es lo que parece”. -¿Si dejara de actuar moriría? -¡Ay!, probablemente, o viviría, pero ya no existiría. Actuar le da sentido a mi vida”, suspiró Ríos. Por su parte, Pedro De Tavira condensó: “La obra es un viaje: dos personas que no se entienden empiezan a conectar, entran en un bache y al final se reconcilian y terminan en tranquilidad y en verdadera plenitud”.

Para Eduardo Ruiz Saviñón el mensaje de la obra es “que los humanos no son nada cuerdos. Siempre el joven necesita la enseñanza del viejo, y éste la fortaleza del joven”. Mientras para Arturo Ríos, “el mensaje es reconciliarse con uno mismo. A veces uno no encuentra la forma de reconciliar lo que uno quiere con lo que uno es”. Finalmente, Pedro De Tavira dijo sobra la obra: “Es una especie de espejo para poder verse, un momento reflexivo que cada uno se hace”.

Quizá, tras ver la puesta en escena, el modo de ver el mundo sea distinto para el espectador pues “el escritor es un perturbador de conciencias”, como se afirma en el guión.

Armando Mora

Melville en Mazatlán se presenta hasta el 31 de mayo en el Foro Sor Juana Inés De la Cruz, ubicado en Centro Cultural Universitario. Consulta los horarios en: www.cultura.unam.mx.