“Estas fotos están hechas con las patas”.
La frase es de Lourdes Grobet. No es una crítica, sin embargo. Así tituló la fotógrafa mexicana, fallecida en 2022, una serie tan provocativa como sorprendente: se colgó la cámara a la altura de la rodilla y se puso a caminar. Y desde allí, sin poner nunca el ojo en el visor, por intuición pura disparaba el obturador. A ojo -valga la expresión-, nadie podría adivinar la metodología azarosa que empleó para producir este conjunto de obras, de 1992, que muestran imágenes de calle de uno de sus viajes, impresas en blanco y negro sobre un material transparente. Pero hay en la perspectiva algo distinto, quizá dislocado, que en la exposición Lourdes Grobet: Crear sin miedo se pone en juego al desplegar las piezas en una instalación colgante, como suspendidas en el aire, en Casa del Lago.
“Nunca pudo ver cuál era resultado hasta que regresó a México, en el viaje no tenía un cuarto oscuro para revelar, y le dio un gusto enorme ver que habían sido buenas fotos”, comenta el artista Víctor Muñoz. “Pero sostenía que no eran fotos ciegas, porque habían sido vistas por el ojo de la cámara”, añade el también curador de la muestra inaugurada en el marco del Festival CulturaUNAM y que exhibe, hasta el 10 de marzo de 2024, más de 100 piezas del acervo de la artista y de su archivo personal.
Algunos artículos del archivo de Grobet nunca antes fueron abiertos al público, aseguró Beruz Herrero, co-curador de la muestra. Incluso hubo sorpresas, añadió Javier Pérez Grobet, hijo de la artista. “Fue muy chistoso, muy divertido y muy emocionante porque descubrimos muchas cosas de mi mamá que no sabíamos, nunca nos las contó”, confesó durante el acto inaugural, provocando la risa de quienes asistieron a la apertura.
Para Muñoz, Lourdes Grobet es, más que una fotógrafa, una artista visual. “Eso es lo que queremos enfatizar en esta muestra”.
Debajo de las piezas suspendidas de aquella instalación, los pies del que mira se plantan, quizá grosera pero necesariamente, sobre otra de sus obras, que recupera, como una suerte de mapa, cierto recorrido que la artista realizaba de forma cotidiana. La ruta está marcada con imágenes en blanco y negro sobre las que el espectador se ve obligado, a su vez, a caminar.
“Fue muy adelantada a su tiempo”, considera Muñoz. “Pero no por querer ser vanguardista, sino por ser crítica”. A Lourdes Grobet le molestaba el establishment. No es que buscara incomodar, es que se sentía incómoda con las estructuras rígidas y las formas tradicionales de hacer y de ver.
Casa del Lago fue testigo de esa necesidad de romper los diques de la costumbre: era 1973 cuando fue invitada, con el artista Marcos Kurtykz, a exponer en la casona de Chapultepec. Ambos estuvieron lejos de preparar una tradicional exposición fotográfica y realizaron una de sus acciones más desconcertantes, titulada Hora y media.
“En el medio de la fotografía en México había un conservadurismo muy solemne”, advierte Muñoz. El curador relata que los artistas prepararon una acción que involucrara al público, de modo que éste, en vez de llegar a una sala para ver fotos colgadas en los muros, encontraran un cuadro de papel aluminio únicamente. Cuando la gente se hubo reunido en la sala, de detrás del cuadro emergió Lourdes, rompiendo la cobertura metálica: primero con el puño, para luego atravesarlo con el cuerpo. Kurtykz –narra Muñoz- hizo tres disparos. Pidió a la concurrencia que no se moviera.
Entonces apagaron la luz y allí mismo hicieron el proceso de revelado; imprimieron las tres imágenes y las proyectaron en papel fotomural, que colocaron sobre la pared. Encendieron las luces y la obra fotográfica, creada de cabo a rabo en la sala, comenzó a desaparecer, para sorpresa de los asistentes. “No fijaron el revelado a propósito”, comentó Muñoz frente a un registro de la obra, y explicó la postura de Grobet, quien consideraba que la fotografía no debía fetichizarse. “Para ella, la fotografía es tan efímera como la vida”, agregó sobre esta acción, que –reiteró- fue “muy adelantada” dentro de la escena mexicana.
Crear sin miedo retoma algunos de los proyectos más importantes de esta artista, quien a lo largo de su vida experimentó con el video y el cine documental, el arte objeto y digital, entre otros soportes y formatos. “Yo no hago fotos, yo hago proyectos”, sostenía, y bajo este ánimo dio seguimiento por 30 años a la lucha libre mexicana -de la que aquí se da cuenta- y por 25 documentó el teatro campesino en comunidades indígenas de México.
La muestra estará acompañada por un programa de actividades de entrada libre que puede consultarse en la página de Casa del Lago.
María Eugenia Sevilla