Tres expresidentes de la República de Huaxilán se ven de nuevo las caras en un páramo sombrío, donde rememoran los entramados del poder y la política, instalados en sus desgastadas sillas imperiales y a la espera de que se les designe el noveno círculo del limbo: el de la traición a la patria.
“Pájaros de la misma cuenta y agoreros de la fatalidad” se encuentran una vez más, siempre una vez más, eternamente. Por lo pronto, son dos, el licenciado Flores, el de las “viejas” y los viajes, y el otro, que también es lic., de apellido Diéguez, el de la mano tendida, el que a sí mismo se dice tolerante hasta excesos criticados. Uno, el ladies’ man por excelencia, y el otro, un chango cabrón. Así de contrastantes, pero también cómplices, mi hermano.
Al tercero habrá que esperarlo todavía unos años. Ahí lo tienen, vivito y coleando en su silla de ruedas, arriba y adelante. Y es que: mala hierba nunca muere.
Dos expresidentes se justifican y exculpan machaconamente. Dialogan entre sí y no escuchan a los jóvenes, invisibilizan a los trabajadores. “Mano firme para imponer el orden”, dice uno de ellos. Se sienten cómodos, imperturbables, mientras que hacen recuento de sus villanías.
Los finados hablan de sus motivos para el espionaje, la mentira y la represión. Nada personal. “Todo sea por la democracia y los nuevos valores”. 1968, en las calles los jóvenes marchan, exigen sus derechos. Vitalidad de jóvenes irredentos, en insurgencia. Es un canto libertario ahogado por las bayonetas. La Hecatombe, y en puerta, las Olimpiadas. Los expresidentes, autoconvencidos de hacer un servicio a la nación. ¡Vaya cinismo!
Al fin juntos “los tres valientes vendepatrias”. Reactivan la memoria, triangulan los reproches, antes de caer en el lago de hielo del noveno círculo. El bueno, el malo y el feo son fantasmales, figuras de un sueño soñado o, en rigor, de una pesadilla monstruosa.
Para Covarrubias, el recién llegado, “el sube y baja del sistema político huaxilango”, marca su hora de rendir cuentas por la Guerra sucia y los genocidios que se le imputan, por haber instrumentado con los “milicos” la matanza en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.
En contrapunto, los jóvenes Virgilio, como el poeta que guió a Dante por el purgatorio, y Beatriz, mismo nombre del amor imposible del autor de la Divina Comedia, desafían al régimen. En ellos dos se representa a una multitud que corea: “¡Presos políticos libertad!”… “¡Aquí nadie se rinde!”…“¡Fuera granaderos de la UNAM!”.
Los tres expresidentes, agentes de la inteligencia imperial, los tres orgullosos de La Hecatombe, se seguirán viendo inevitablemente. “El inocente de San Jerónimo” regresa enfundado en guayabera por un breve tiempo a su refugio. Cuando se reencuentren será en el lago de hielo donde sufren penitencia los traidores. Sin esperanza.
Hecatombe: designaba originalmente, en la Antigua Grecia, a un sacrificio religioso de cien bueyes. México 68, nadie sabe cuántos fueron en verdad. A 50 años del Movimiento Estudiantil del 68, Juan Tovar escribió la farsa circular La Hecatombe. La obra es dirigida por Carlos Corona y cuenta con las actuaciones de Rodolfo Arias, Jorge Ávalos, Emilio Guerrero, Nalleli Montero y Luis Arturo Rodríguez.
René Chargoy
La Hecatombe se presenta del 26 de agosto al 7 de octubre en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz del CCU. Consulta horarios en www.cultura.unam.mx.