Un simulacro teatral de lo que viven los animales en los criaderos y rastros de la industria alimentaria global, que implica crueles procesos y mecanismos, guía el argumento de Los hambrientos.
“Para nuestro consumo, matamos 12 millones de animales cada minuto en el mundo. Es una realidad aterradora. Detrás de los asesinatos están los maltratos y la tortura que no siempre se hacen visibles”, explica David Psalmon, director de esta puesta en escena que se presenta en Casa del Lago.
Psalmon, creador escénico de origen francés y radicado en México desde el 2000, ofrece un experimento escénico que se encuentra a medio camino entre el teatro y el cine documental; una obra construida a partir de viñetas, en las que él mismo actúa, e ideas de distintas fuentes, como el concepto de “biopolítica” de Michel Foucault.
Con base en las ideas de Foucault, se busca reflejar en escena cómo es que los sistemas controlan a los individuos a través de lo que comen. ”Queremos mostrar de qué forma somos dominados a través de la ingesta y del cuerpo”, detalló el director, quien actualmente colabora en el Colectivo Teatro sin Paredes.
A partir de cuadros dramatizados en escena y fragmentos de documentales, Los hambrientos se mete hasta la cocina de los hábitos alimenticios de las familias comunes y corrientes. Ahí, los actores, disfrazados de médicos, de una madre y de tres hijos, ilustran con sus cuerpos la polémica del azúcar, droga invisible que se camufla como nutriente indispensable en la mayoría de los alimentos industrializados.
La obra se nutre de una selección de secuencias de filmes, caricaturas, publicidad o extractos de videos aleatorios, que completan el trabajo actoral. En uno de los segmentos, a partir de títeres, una maqueta y recursos multimedia, los actores relatan un hipotético origen de la alimentación carnívora entre los homo erectus, antecesores del homo sapiens.
“Lo multimedia es parte esencial de esta obra, adquiere un papel crucial en la medida en que esto se presenta como un documental teatral, y al mismo tiempo nos ayuda a poner en escena los datos duros”, explica Psalmon.
Momento cumbre de Los hambrientos sucede bajo las ráfagas de luz y música disonante: Un actor desnudo, con el rostro cubierto por una máscara de puerco, es atado de brazos y alzado en una especie de sacrificio, mientras sus compañeros vestidos de carniceros simulan cortarlo en pedazos. El cerdo-hombre se retuerce en el aire mientras su sangre cae en una tina de aluminio, al tiempo que un carnicero con un micrófono recita consignas apocalípticas.
“Nunca pensamos en lo que significa la chuleta sobre el plato. No queremos conocer el proceso para que ese trozo llegara ahí, que nos remite a un animal o a muchos animales embutidos en un solo producto y violentamente asesinados. Es algo que éticamente deberíamos repensar”, finalizó David Psalmon.
Jorge Luis Tercero
Los hambrientos se presenta en Casa del Lago hasta el 12 de febrero. Consulta los horarios de las funciones en www.cultura.unam.mx.