Lo sagrado y lo divino en el arte islámico: una historia de más de doce siglos

Trazos que buscan la perfección. La fe, el respeto y el imaginario colectivo de una sociedad guiada por la religión se unifican en la creación de expresiones artísticas, las cuales existen con el objetivo de rendir tributo a Dios, acercarse a él. Es así, que el arte islámico logra transmitir lo sagrado por medio de obras que presentan un estilo sólido y homogéneo, tanto que resultan fácilmente identificables para el resto del mundo.

El arte se manifiesta en la cultura como una demostración de identidad y comportamiento social, generalmente en un periodo específico de tiempo que en ocasiones también comprende una región. Las obras islámicas son un claro ejemplo de lo anterior, pues se desarrollan principalmente en torno a un credo liderado por Alá, el profeta Mahoma y sus palabras, más tarde se adaptan a las necesidades de manifestación de las dinastías gobernantes.

Por ello, la palabra divina resulta fundamental, gracias a ella surge el empleo de una escritura en común (Marruecos, Siria, Arabia, Egipto, Irán, Turquía, India y parte de España) y el desarrollo de la caligrafía árabe, transformada para ser digna de las revelaciones sacras. Así, estos elementos reforzaron la percepción de unidad estilística, geométrica y hasta moral de dicha cosmovisión.

Entre las más de 190 piezas que conforman la muestra Lo terrenal y lo divino se encuentran: pinturas, joyas, indumentaria bélica, objetos de la vida cotidiana, paneles de madera o azulejo y transcripciones de algunos fragmentos del Corán, este último como protagonista de escenas puras, sublimes e hipnotizantes y que se relacionan directamente con el perfeccionamiento de la caligrafía.

 

En la primera sala del recorrido, se localiza una pieza que puede resumir dicho carácter religioso, Hilye (retrato verbal del Profeta Mahoma) es una descripción en árabe que precisa sus atributos físicos y espirituales. Lo cual refleja el máximo respeto con el que se trata a sus figuras pues no se adoran imágenes, sin embargo, existe la necesidad de representarlas. Incluso los materiales empleados: tinta, acuarela y oro, hablan de lo magnánimas y determinantes que resultan en la existencia de los creyentes.

En contraposición, en el arte tardío de esta cultura fue el shah Nasr al-Din, que reinó entre 1848 y 1896 y quien se interesó en los retratos de estilo europeo, dejando atrás las clásicas pinturas persas, mostrando a un joven de mirada profunda y ataviado con su típica vestimenta imperial. Así, la historia, la religión, el poder divino y terrenal trascienden fronteras y llegan a nuestro país en una extensa exposición, la más importante en su tipo presentada hasta ahora en México.

Miriam Domínguez

Lo terrenal y lo divino: arte islámico de los siglos VII al XIX se presenta hasta el 4 de octubre en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, consulta los horarios en www.cultura.unam.mx.