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* Hablará sobre su nuevo libro, Ir a La Habana (Tusquets, 2024), en el que recorre sitios emblemáticos de esta ciudad desde 1959 hasta la actualidad
* Se referirá a su obra El hombre que amaba a los perros, que cumple 15 años
* La charla La Habana, Trotsky y otras cosas: Padura en la UNAM se llevará a cabo en la sala Miguel Covarrubias, el miércoles 26 de febrero, a las 6 pm
Para el escritor Leonardo Padura, La Habana es algo más que la ciudad donde nació y ha vivido, es el territorio en el que mejor conjuga el verbo arraigar. Es, como ha dicho, cubano por los 64 costados. El barrio Mantilla, en la capital cubana, es el sitio desde el cual observa, escribe y describe el mundo. Ahí ha surgido toda su obra, incluyendo su nueva entrega bibliográfica, la novela Ir a La Habana (Tusquets, 2024).
Este miércoles 26 de febrero, a las 6 pm, en la sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario, el autor ofrecerá la charla La Habana, Trotsky y otras cosas: Padura en la UNAM.
El escritor hablará sobre la memoria recuperada en su nuevo libro, Ir a La Habana, en el que recorre lugares emblemáticos de la ciudad caribeña desde 1959, año en que inició la Revolución. Se referirá también a los tres lustros de El hombre que amaba a los perros, libro de más de 500 páginas en el que aborda el asesinato del líder soviético León Trotsky.
En el encuentro, organizado por la Cátedra José Emilio Pacheco de la Dirección de Literatura y Fomento a la Lectura, Padura estará acompañado por Rosa Beltrán, titular de la Coordinación de Difusión Cultural UNAM (CulturaUNAM). La entrada será libre.
Leonardo Padura nació en La Habana en 1955. Estudió Literatura latinoamericana en la Universidad de La Habana y colaboró en revistas como El Caimán Barbudo y Juventud Rebelde. En 1983 escribió su primera novela, Fiebre de caballos.
En el discurso de recepción del Premio Princesa de Asturias 2015, el autor aseguró: “A Cuba, a su cultura y a su historia debo casi todo lo que soy, profesional y humanamente. Porque pertenezco profundamente a la identidad de mi isla, a su espíritu forjado con tantas mezclas de etnias y credos, a su vigorosa tradición literaria, a su a veces insoportable vocación gregaria, al amor insondable que le profesamos al béisbol, y, como soy escritor, pertenezco a lengua que aprendí en la cuna, con la que me comunico y escribo, la maravillosa lengua española en la que ahora leo estas palabras”.
Influenciado por las obras de Dashiell Hammett, Raymond Chandler, Manuel Vázquez Montalbán y Leonardo Sciascia, Padura creó al detective Mario Conde, protagonista de una saga de novelas policiacas que inicia con la tetralogía de las cuatro estaciones: Pasado perfecto (1991), Vientos de Cuaresma (1994), Máscaras (1997) y Paisaje de otoño (1998), y continúa con Adiós, Hemingway (2001), La neblina de ayer (2003) y Herejes (2013).
Padura ha recibido el Premio Café Gijón (1995), dos veces el Premio Hammett de la Semana Negra de Gijón (1998 y 2006), el Premio de las Islas (2000), el Prix des Amériques Insulaires et de la Guyane, el Premio a la Mejor Novela Policiaca Traducida en Alemania y en Austria (2004), el Premio Raymond Chandler (2009) y el Premio Francesco Gelmi di Caporiacco (2010) por El hombre que amaba a los perros, obra con la que ha ganado asimismo el Prix Initiales (2011), el de la Crítica del Instituto Cubano del Libro (2011) y el Carbet del Caribe (2011). Es Premio Nacional de Literatura (Cuba, 2012) y Premio Internacional de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza 2014, y en 2013 le fue concedida la Orden de las Artes y las Letras de Francia.
Padura ha dicho de su quehacer: “Ser escritor nunca ha sido fácil y, para mí, ha sido más esforzado de lo que tal vez podría parecer. Muchas, muchas horas he dedicado a mi oficio, en una lucha terrible por vencer miedos e incertidumbres que lo abarcan todo: desde la elección sobre los aspectos de mi realidad que he querido reflejar hasta el encuentro de la palabra más adecuada para conseguir expresar del mejor y más bello modo posible esa realidad reflejada (…) Pero hace cuarenta años aprendí que para lograr algo, al menos en mi caso, solo había una fórmula y la adopté y la practico a destajo: el trabajo diario. Y por eso puedo decir ahora que, más que dos, en realidad tengo tres patrias: Cuba, mi lengua y el trabajo”.