Sin importar dónde o cuándo se hable del tema, hay tres aspectos de una relación que cualquiera puede comprender: el amor, el dolor y los problemas de comunicación. Cuando pensamos en expresarnos, inmediatamente viene a nuestra mente un elemento esencial para hacerlo: la voz, que no es el único medio necesario, sino también las señas o el lenguaje corporal. No obstante, la voz juega un papel primordial no sólo en el sistema comunicativo de los humanos, sino en su misma historia evolutiva.
A través de estudios, se ha comprobado que el hombre es capaz de reconocer y reaccionar a la voz humana de manera única, como no lo haría ante ningún otro sonido. Y sabemos muy bien, sin necesidad de estudios, que la voz es un gran vehículo para el arte, y que el canto, su más grande expresión, es capaz de relajarnos, fascinarnos y en un momento dado, ayudarnos a procesar emociones difíciles.
Ahora bien, los problemas de comunicación son tan antiguos o más que la voz misma, e inevitablemente, como se señaló al principio, cada relación humana experimentará por lo menos uno. Cuando se trata de una pareja, los problemas se multiplican, pues entran en juego factores como los celos, el rechazo, la posesión, y la libertad del otro. Cuando a esto se suma la existencia de un dispositivo extraño como el teléfono, que nos permite escuchar la voz del otro “como si estuviera ahí”, pero suprime la visualización de sus gestos, los problemas sólo pueden crecer exponencialmente.
Es irónico que la comunicación se vea truncada por los grandes avances que prometen hacerla mucho más efectiva. Incluso hoy, inmersos en nuestros tiempos de locura digital, darnos a entender correctamente y comprender al otro es un problema aún sin solución. Aquí cabe preguntarse si no seremos nosotros y no nuestros dispositivos quienes fallan al comunicarse.
En La voz humana (1958), ópera de Francis Poulenc basada en la obra homónima de Jean Cocteau (1930), se sobreponen estos dos grandes mundos en los que nuestra voz se encuentra inmersa: la comunicación y el canto. La más reciente puesta en escena de esta ópera es osada, no sólo por su propuesta visual y escenográfica, sino porque busca alejarse de lo canónico al reinterpretar la obra. La adaptación de Tomás Barreiro, dirigida por Alonso Ruizpalacios, se centra en emociones universales: el amor, el dolor y los problemas de comunicación, pero como los enfrentamos hoy en día.
La propuesta retrata los conflictos al interior de una relación entre dos mujeres, por lo que la misoginia expuesta en la versión canónica queda aquí olvidada. Aunque originalmente la pieza fue escrita para una sola voz, destaca, por un lado, la incorporación de la “voz” que responde en lenguaje de señas, y por el otro, el señalamiento acerca de la comunicación en el que se afirma que no siempre es necesaria la voz.
Ante el dolor provocado por el rechazo del ser amado, sólo quedan dos salidas: hundirse o sobreponerse. O bien, como recientemente recordó la actriz Meryl Streep citando a una amiga: “tomar tu corazón roto y convertirlo en arte”. Y si ese corazón se convierte en canto, seguro tocará fibras infinitamente sensibles en otros corazones rotos.
Eleonor González Roldán
La voz humana se presenta en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón del 1º al 16 de diciembre. www.cultura.unam.mx