Eduardo Galeano se reunió por primera vez con sus lectores en la Sala Nezahualcóyotl una tarde de primavera, y por segunda, en el mismo lugar, un día de otoño. Las dos ocasiones el recinto universitario convocó a cientos de asistentes que escucharon al escritor que trascendió los géneros y ofreció un espejo de América Latina, de las Américas Latinas que habitamos.
En las obras de Galeano navegan las voces de mujeres y hombres anónimos, las voces de los “ellos” que se transforman en un “nosotros”. De manera simbólica, recibimos calurosamente a Eduardo Galeano aquel día primaveral de abril y nos despedimos de él, sin saber que sería la última vez que lo veríamos, esa tarde otoñal en la que nos dijo: “Un pajarito me contó que estamos hechos de historias. Y entonces, si estamos hechos de historias y somos hijos de los días, cada día debe tener alguna buena historia que contar”.
Patricia Ireta