En Convocaciones, desolaciones e invocaciones, la escritora y poeta Ethel Krauze compila poemas que nos adentran en el mundo del ejercicio poético que ha desarrollado en más de una treintena de publicaciones. La autora nos entrega composiciones que ponen en evidencia el dolor interno de un amante nostálgico, ante la pérdida de un ser querido, o el lamento colectivo de un pueblo que agoniza ante la violencia.
Dionicio Morales identifica en el prólogo la fiebre del amante que se consume ante el recuerdo y los conflictos que generan el mantener viva la memoria del amor fallido: “la cólera secreta, esa que anida en el corazón y en el alma de cada uno de nosotros, pese a los diluvios y naufragios que sabotean de vez en cuando la vida pero que nos hacen sentir que no hemos estado muertos nunca”, escribe sobre Convocaciones, desolaciones e invocaciones.
El libro está escrito sin divisiones, lo que da la apariencia de un extenso poema, que versa sobre el amor, la vida, la muerte y Dios. En “Convocaciones” somos testigos del primer beso, del amor inquebrantable, la dulzura del amor y la llama del deseo que llega al éxtasis: “Qué bueno que Dios me hizo sabihonda, en los asuntos del cuero y la carne. Me gusta que las cosas sepan a lo que reza el mandamiento: el beso, a sal; la lágrima, a elíxir; el vino de la vida, a semen; la pulpa de mi cueva, a mordedura, y a mucha hondura, porque también disfruto de la metedura del lenguaje: el de la lengua y sus sinónimos”.
En el capítulo “Desolaciones”, la autora de Cómo acercarse a la poesía nos introduce en un escenario apocalíptico donde lo que recorremos es un laberinto de imágenes, perseguidas por fantasmas que nos recuerdan el fin. “Después, un fin que no termina nunca, un fin vacío, pétreo, enmohecido, vagando por el mundo como un loco harapiento, como un trozo de barro, al que Dios no despertó. Sin un soplo, sin fuego, sin sustancia, carcomido de sí, expulsado de un necio paraíso que jamás existió”.
En este apartado, se incluye el poema inédito titulado “¡Ayotzinapa!”, remembranza de un país que busca a sus hijos caídos, desaparecidos en las sombras, en botes de basura, en caminos, en ciudades, en la nada: “Apenas ayer eran muchachos con su nombre y apellido. Hoy, sólo humo, un pedazo de hueso. Pulsos de mitocondria bajo el microscopio. Pero eso sí: baila bajo el sol meticuloso el plástico de las bolsas en que los metieron”.
“Invocaciones” en tanto está poseído por un halo redentor, plegarias estruendosas en pos de encontrarse, de arder a través de las palabras, del lenguaje. “Ruegos por evitar los silencios y alcanzar la musicalidad y el ritmo que nos otorgan las vivencias”, dice Ethel Krauze en el poema “Evaporadas”.
Convocaciones, desolaciones e invocaciones también es un tributo a grandes poetas que han influido en la autora, como Sor Juana Inés de la Cruz y Federico García Lorca. Los poemas están compuestos como sonetos en los que prevalecen las figuras retóricas recargadas.
Con este poemario, Ethel Krauze ventila las heridas del desamor, que nos recuerdan que estamos vivos y que somos llagas en forma de cuerpos, como dice Dionicio Morales, “plagados de heridas agónicas, tristes descalabros, con el alma en vilo y el corazón descarapelado”.
Ethel Krauze (Ciudad de México, 1954) ha publicado Apasionada (2013), Bajo el agua (2002), Juan (1994) y Para cantar (1984), por mencionar algunos de sus libros.
Mina Santiago
Convocaciones, desolaciones e invocaciones de Ethel Krauze se encuentra a la venta en la red de librerías universitarias.