Cuando vemos pasar a cualquier persona por la calle, es difícil que apostemos que le sucedieron cosas extraordinarias la noche anterior. Nos cuesta imaginar que mientras el día declina, nace una amistad advenediza entre un hombre común y una cucaracha (como pasa en un texto de Gutiérrez Nájera).
Así de ordinaria, en principio, transcurre la vida de Booth y Link, dos hermanos que fueron abandonados por sus padres cuando eran niños. Para subsistir, Link, disfrazado de Abraham Lincoln, trabaja en un centro de entretenimiento en el que a diario es asesinado por cualquiera que necesite recordar y experimentar uno de los eventos más significativos en la memoria norteamericana. Mientras que Booth, además de robar, intenta lanzar las cartas —ejercicio que lleva a cabo con verdadero esmero—, con lo que trata de emular la habilidad en ese arte que domina su hermano.
Hay que decir que antes de cobrar por ser asesinado ficcionalmente, Link era un experto timando gente en el “monte de tres cartas”. Luego se reivindicó. Hasta ahí las cosas marchaban de manera natural: a ellos una cucaracha no los invitó a transformarse, fue que el dinero comenzó a escasear lo que propició que Link volviera a considerar el negocio de las cartas para dar un giro a su precaria cotidianidad.
Que la vida de estos hermanos no resulte importante para los anales históricos por su carácter ordinario, no quiere decir que no deba ser contada. Susan-Lori Parks se fija en los hechos que desconocemos —porque se parecen a otros más— y los lleva al teatro en Ganador / Perdedor (Topdog / Underdog) que, dirigida por Mark Kuntz, se presentó en el FITU 2015-16.
Tan común como la rutina de Link y Booth (peleas y reconciliaciones fraternas, ensayos con el “monte de tres cartas”, trabajar, volver a casa cuando anochece) parece el edificio que alberga el pequeño departamento donde viven. Con la uniformidad del inmueble dialoga la presencia constante de un estribillo que tanto Link como Blooth reiteran: “Who sees the red card? Who sees the red card?”. El uniforme y la cantaleta que repiten, sin embargo, se guarda en la memoria. A esa imagen en segundo plano que presenta la misma cara de un mismo edificio, repetida muchas veces, se contraponen en primer plano el desorden del espacio que habitan los hermanos y la variedad de problemas generados por su falta de acuerdos.
Gracias a la homogeneidad de los edificios habitacionales olvidamos que en su interior transcurre la vida de quienes viven ahí, pero es gracias a propuestas escénicas como la de Susan-Lori Parks y el Departamento de Teatro del Colegio de Bellas Artes y Artes Escénicas de la Western Washington University que percibimos que la vida y su rutina pueden ser mostradas de diferentes maneras.
Carina Vallejo Fuentes