La peste que arrasa con la verdad. Edipo: nadie es ateo

¿Qué es la verdad? ¿Qué es la mentira? ¿Existe la ética? ¿Pesa más la razón o la fe? ¿El narcisismo mata? ¿Cuál es ese mal que corroe a la sociedad y la enferma tanto como una peste? ¿Será la corrupción? ¿La corrupción de sus gobernantes? ¿La de cada individuo?

Edipo: nadie es ateo, obra de teatro inspirada en el clásico griego de Sófocles, plantea una serie de dilemas éticos y existenciales. Dilemas atemporales que no pertenecen a una sola época, pues siempre son actuales. Tanto en contextos públicos como privados, según esta versión montada en el Centro Cultural Universitario (CCU), bajo la autoría y dirección de David Gaitán.

“¿Por qué el placer de mi cama va en contra del ánimo de mi pueblo?”, se pregunta el siempre atormentado rey Edipo por la ciudad de Tebas, un territorio en agonía. La luz de los mejores años de Tebas ha pasado; ahora la peste contamina sus ríos y sus tierras, las plagas enferman a sus habitantes y matan a sus animales. Científicos y gobernantes no hallan una cura, como si se tratara de una maldición. La única opción, dicen, es consultar el oráculo de Delfos.

Pero Edipo no quiere. Él no es un hombre de fe, es un hombre de razón, presume. Ante las presiones de Yocasta, su esposa, y de Creonte, su cuñado y consejero político, finalmente decide recibir en el palacio a Tiresias, el adivino de la ciudad. “¿Qué pasa con Tebas? ¡Cómo arreglo la peste!”, le pregunta el rey. “Encuentren al ‘animal’. Es tebano”, le responde.

Tiresias también dice al rey sus “verdades”, le recuerda su pasado y exhibe sus miedos, sus más oscuros secretos y mentiras. Pero Edipo no los quiere ver, parece estar cegado por el poder, el ego y la demagogia. El atormentado gobernante prefiere anunciar al pueblo la inauguración de las “Jornadas por la Verdad” para hallar al “animal”, la raíz de todas las calamidades de Tebas.

La estrategia surte efecto, sobre todo por sus dotes de buen orador. Tebas celebra con júbilo y todos parecen estar contagiados por el ánimo de su ferviente y aparentemente decidido rey para encontrar al “animal”, darle un castigo ejemplar y terminar así con los males de la ciudad. Pero todo es un espejismo. Las palabras de Tiresias, llenas de metáforas, deberán ser interpretadas.

Finalmente, cuando las “Jornadas por la Verdad” llegan a los cuartos más íntimos del palacio, es cuando salen a la luz los secretos, las mentiras y las verdades de un pasado con gran resonancia en el presente. Cuando Yocasta habla del difunto rey Layo y de Edipo, se devela el triángulo familiar de poder, engaños, codicia y muerte que termina por exponer al verdadero “animal”, al responsable de esa peste que no sólo corroe los cuerpos y las tierras de los tebanos sino también sus almas y sus conciencias.

Eloísa Farrera

Edipo: nadie es ateo se presenta en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón del CCU, del 9 de agosto al 23 de septiembre. Consulta los horarios en www.cultura.unam.mx.