La música no se aprende ni se memoriza. La música se siente

El ensayo comenzó veinte minutos más tarde de lo esperado, la gente se apresuraba a llegar a la Sala Nezahualcóyotl que estaba ya a la mitad de su capacidad. Entre el público predominaron las familias que llevaban a niños pequeños de entre 7 y 10 años de edad, así como algunos adolescentes. Según comentaron los familiares, los niños habían sido enviados por parte de la escuela a presenciar el ensayo de esta temporada de la OFUNAM. También había, por supuesto, estudiantes y amantes de la música que asistían a ver el ensayo del concierto al que asistirían unas horas más tarde o al siguiente día.

A las 10:25 am el director huésped, Juan Carlos Lomónaco, saludó a la audiencia y anunció que tocarían algunas piezas del Programa 8, comenzando con el Concierto para oboe de Vaughman Williams. El oboísta solista fue Dwight Parry, quien se mostró alegre y extremadamente concentrado durante toda su parte en el ensayo. En cuanto comenzó a tocar, hipnotizó a los presentes, no sólo por los sonidos que emitía el oboísta al ritmo de la orquesta, sino por su desenvolvimiento en el escenario: Parry no leía las partituras y permaneció de pie. Tocaba la pieza de memoria y se movía al compás de las notas del oboe. Más tarde, confesó que era una de sus piezas favoritas para interpretar y que, más que tocarla “de memoria”, la sentía. Agregó que no usaba partituras con el fin de poder comunicarse mejor con el público, de lo cual no cabe duda pues su proyección interpretativa durante el ensayo fue especialmente grata para la audiencia, con quien se mostró en todo momento amable y carismático.

Durante el ensayo, también pudimos escuchar partes de las otras dos piezas que presentaría ese día la orquesta, la Obertura en Do mayor de Fanny Mendelssohn, pieza que rara vez se interpreta, y la Sinfonía No. 3, polaca de Tchaicovsky. Al finalizar, el director Juan Carlos Lomónaco y Dwight Parry, presentados por el narrador José María Álvarez, dedicaron al menos veinte minutos para interactuar con la audiencia y responder a sus preguntas. A pesar de que el oboísta hablaba poco español, se defendió bastante bien durante toda la sesión y apenas necesitó apoyo de sus colegas para responder al público, que incluso pidió al músico que trajera su oboe para apreciarlo de cerca. Al finalizar la pequeña convivencia, en la que predominó en todo momento el objetivo de hacer ver al público que la música, antes de aprenderse formalmente, se sentía sobre todas las cosas, una pregunta resonó en la sala: ¿Cuál era el instrumento favorito de los músicos? El de Dwight Parry era innegable, pero Juan Carlos Lomónaco acertó con la respuesta:

Para mí, –dijo con un tono serio que al mismo tiempo reflejaba una misteriosa emoción– el mejor instrumento musical es la orquesta.

Diana A. Lomelín

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