La memoria íntima de Este cuerpo mío

El cuerpo es, en cierta medida, una membrana que delimita el yo, pero conforma también la perspectiva que los demás tienen de nosotros. Por ello, quizá, hablar del cuerpo es un tema complejo, pues involucra la visión propia y la de otros. El cuerpo está hecho como un vehículo para el yo, sin embargo, difícilmente el yo puede interpretar su cuerpo sin la mediación de terceros.

Para Mariana Villegas, directora y actriz del proyecto escénico Este cuerpo mío, el cuerpo tiene memoria propia, a través de la que su historia, o la de su cuerpo, puede ser contada. En el caso de esta puesta en escena, el carácter de esa memoria es íntimo, pues se trata del cuerpo de la misma Villegas, que prefiere pensar el montaje no como una confesión en sí, sino como un ejercicio de introspección personal que puede llegar a ser colectivo.

El cuerpo, en el caso de las mujeres, tiene un horizonte mucho más complicado, porque muchas veces somos nosotras mismas quienes juzgamos que éste no encaja en nuestra idea del “cuerpo perfecto”; muchas otras, son personas ajenas quienes juzgan de esta manera. El punto es que los cuerpos son juzgados, y parecemos vivir en una vorágine que consume cuerpos sin parar, como si estuviéramos en un aparador a través del cual otros ven, comparan, miden y juzgan.

Siguiendo esta línea, la representación se entrelaza con el cuento “Un artista del hambre” de Kafka, en el que el personaje, un ayunador profesional, ve cómo su oficio se desmorona, deja de llamar la atención de la gente y, por tanto, deja de ser rentable para el circo. Pero, ya que el hombre no sabe hacer otra cosa, muere grotescamente al intentar un último ayuno que llama la atención unos días, pero después, se vuelve parte cotidiana de la vida del pueblo y deja de ser una atracción. Ignorado por el público, el artista muere.

Así, nuestros cuerpos parecen ser entes abyectos destinados a espectáculos grotescos para llamar la atención y complacer a otros. Habría que preguntarse qué pasa cuando el espectáculo es ignorado. El cuerpo en escena es consciente de sí mismo y de la situación que atraviesa, de su historia y sus posibles futuros: parece rebelarse ante el espectáculo que se le ha impuesto y busca a toda costa librarse de esa jaula en la que, a veces, es el centro de atención.

Por otro lado, librarse del espectáculo no se trata solamente de cómo ese cuerpo se percibe a sí mismo. “Odiamos lo que no se parece a nosotros”, dice el cuerpo en escena. Pero no sólo lo odiamos, también lo tememos. Y, quizá, por extensión, el cuerpo que no se conoce a sí mismo o que se niega, se teme también.

Lo difícil de vivir en este mundo, a final de cuentas, no es en principio aceptar a los otros, sino a nosotros mismos. Después de todo, ¿qué es la existencia sino nuestro cuerpo y nuestra piel que interactúan con otros cuerpos y pieles?

Eleonor González Roldán

Este cuerpo mío, de Mariana Villegas, tuvo una corta temporada en el Museo Universitario del Chopo.