La muerte es real. Todo lo demás es fantasía. La muerte nos une a todos; no sólo en espíritu, sino en materia y pensamiento. La banda llamada Death es más que un grupo de proto-punk; más que el esfuerzo musical de un puñado de jóvenes de Detroit en los años 70. Su significado verdadero: unión para un trío de hermanos afroamericanos.
El filme Death, una banda llamada muerte, de los directores Jeff Howlett y Mark Corvino, expresa un futuro recordado. ¿Música punk antes que existieran los Ramones o los Sex Pistols? Improbable. ¿Punk emitido del vigor de negros estadounidenses? Imposible. Observar la película es presenciar el futuro antes de tiempo; es el sentir de la banda Death y de su fundador y líder: David Hackney.
El sueño de David Hackney, segundo de cuatro hijos, reside en el amor fraternal y su espiritualidad. Creía que con su música podría tocar algún día frente al trono de Dios. De ahí su impertinencia. ¿Para qué cambiar el nombre de la banda?, ¿para qué adaptarse a un modelo cultural absoluto? Ceder el nombre de tu banda es obsequiar el espíritu; es vender tu alma al Diablo. David amaba a su familia. ¿Qué clase de hermano o líder sería si permitía la tentación?
Death triunfó donde otras bandas cayeron. Un ensamble musical no es exitoso por el número de sencillos o álbumes vendidos; es exitoso porque ama lo que hace. Los hermanos –David, Dannis y Bobby– Hackney adoran la música, la respiran y nadan a contracorriente. Para ellos, ser músicos no es un estilo de vida; es la vida misma.
Ser negro y pertenecer a un grupo de rock en la Detroit setentera era un cultivo para el desastre. Los hermanos Hackney bramaron lo contrario; “Muerte, para todo el mundo”, dijeron. No se referían a una pasión oscura; sólo querían gritar a todo el mundo que ahí estaban, que existían. Ésa es la esencia del punk: todo lo demás es fantasía. Sólo la muerte es real.
Mauricio Maldonado
Death, una banda llamada muerte se exhibió en la Sala José Revueltas del Centro Cultural Universitario.