La ceguera no es un trampolín es una obra escrita hace cinco años por el joven dramaturgo y director escénico David Gaitán, y que en 2014 fue representada en Alemania por un grupo de actores de aquel país. Su reestreno ocurrió el pasado jueves 21 de noviembre en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario. El autor hizo esta vez varios cambios: integró nuevas escenas, dispuso de más actrices y actores, varió sustancialmente la escenografía y la música, además de que reelaboró algunas partes del texto original.
Se trata de una obra contemporánea en la que se cruzan diferentes estéticas y donde predomina la plasticidad de objetos y personajes. Ritmos contrastantes dictados por la mímica, las gesticulaciones, las frases desconectadas y las palabras que no llegan a ser ideas porque estas son riesgosas o solo ficción.
Los temas que aborda son la autocensura en el arte; las ganas de ser invisibles, algo que genera con mucha eficacia la modernidad; y la disertación acerca de la identidad artística. La ceguera no es un trampolín es para el creador de veinte obras de teatro y director de quince montajes y dos ópera “una carta de amor para los jóvenes artistas que empiezan su camino en el mundo del arte”.
En esta obra, con una duración de 70 minutos, se habla también de la paradoja existente entre la vida pública y la vida privada. Su pretensión discursiva no es contrapuesta al sentido del humor. El espectador se encuentra con tres protagonistas que buscan contar historias, pero que simultáneamente se cuestionan cómo hacerlo de una manera que no se expongan a una realidad que los engulla y termine por borrar del mapa. La angustia como eje, la fragilidad en la periferia.
Gaitán se balancea entre lo conceptual y lo circense, y para ello se vale de trece seres que deambulan en el mundo de las ideas: payasos, esgrimistas, damas de largos vestidos de época y rostros ocultos, un catrín burtoniano y un gordo Michelín, entre otros más. Todos ellos en peregrinación escénica que se vuelve festiva cuando se hacen sonar las percusiones, un bajo eléctrico y una trompeta que no armonizan en ningún pasaje del festejo.
Gaitán incorpora como una buena idea el proyectar un video en blanco y negro donde se leen algunas de las mismas frases dichas por sus tres personajes principales, dos hombres y una mujer sin nombre ni lugar, solo coincidentes en un espacio tan blanco como sus atuendos de cuerpo completo, y en el que la metáfora de la angustia los atraviesa a todos por igual.
¿Temor a la literalidad? ¿Quién legitima los lenguajes artísticos? ¿Ideas innombrables? ¿Experiencia divertida primero y desafío intelectual después? La obra no responde a esas y otras preguntas por el estilo, simplemente muestra con potencial creativo cómo tu cuerpo llega a ser un instrumento liberador, tu gestualidad ser parte de la poética personal y tus palabras ideas por venir y morar entre nosotros, los espectadores de la llamada vanguardia.
René Chargoy Guajardo
La ceguera no es un trampolín, obra de David Gaitán para público mayor de 15 años, se presenta jueves y viernes a las 20 horas, sábados a las 12:30 y 19 horas y domingos a las 12:30 y 6 pm, en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón hasta el 7 de diciembre. Más información en www.cultura.unam.mx.