Saber cómo se llaman los desaparecidos nos permite exigir justicia articulando cada sonido que los llame, escribir su nombre por las calles, pregonar las letras que los traigan de vuelta y al reencontrarlos, como dijo Juan Gelman, repetirlo como una buena noticia. Nombres y rostros de madres, padres, esposos, sobrevivientes, militares, forman parte de Juicio a las juntas, exposición fotográfica exhibida en CCU Tlatelolco.
El número oficial de desaparecidos durante la última dictadura argentina fue de 30,000 (pero sabemos que nos faltan más). Cuando están desprovistas de algún rasgo humano las cifras sólo pueden alarmarnos, pero si pensamos que antes de ser convertidos en números fueron personas como tú o como quien va caminando por la calle, al interior de los cuatro ceros que suceden al tres surgen ojos buscando una mirada que los reconozca y una nariz que anhela respirar fuera de la clandestinidad. De ellos se trata Juicio a las juntas.
30,000 se cuenta uno por uno: cuando fue secuestrado el 21 de marzo del 75, Fernando Antonio Alduvino Bolzan tenía 27 años y estudiaba en la Universidad Nacional del Sur. Lo hallaron muerto dos días después de su desaparición; la bebita de Margarita Susana Azize Weiss tuvo sólo diez meses para sentir cómo la leche que brotaba del pecho de su madre la nutría. Asesinaron a Margarita el 12 de julio de 1976, su pequeña fue secuestrada y recuperada por sus abuelos, quienes también trajeron de vuelta a casa el cuerpo de su hija. A Mónica Silvia Lafuente la aguardan aún desde que fue desaparecida el 23 de diciembre de 1975.
En 1985, se realizó un juicio a las juntas militares por privación ilegítima de la libertad y desaparición forzada, del cual resultó culpable un general que al saberse señalado, empuñó un cuchillo y amenazó a quienes lo acusaban de criminal; lo anterior mientras subía a su auto. Las imágenes de Juicio a las juntas retratan personas que acudían a reconocer los cuerpos sin vida de sus familiares, gente que un día salió de casa y que fue desaparecida para aparecer horas más tarde en alguna de las cárceles subterráneas; ser torturada y despojada de un nombre y obligada a presenciar cómo atormentaban a otros. Unos, los que sobrevivieron, dan voz a la memoria.
Así como expone el talante de quien se sabe culpable, el Juicio a las juntas muestra fotos del día en que los militares recibieron sentencia, hecho que motivó una celebración callejera. Gracias a las fotografías que integran esta exposición podemos acceder a un proceso de búsqueda que aún no culmina, como se aprecia en una imagen tomada a las hoy abuelas de la Plaza de Mayo.
El Juicio a las juntas no supuso un alto total a las desapariciones en Argentina ni en ningún otro sitio del mundo (dicen los números que se trata de 11 personas desaparecidas por día), pero llenó de sonido las voces que están buscando a quienes no debían irse y rompió con el miedo.
Carina Vallejo Fuentes
La exposición Juicio a las juntas se presenta del 5 de noviembre del 2015 al 31 de enero del 2016 en Centro Cultural Universitario Tlatelolco. Consulta los horarios de visita en www.cultura.unam.mx.