Importancia del arte para la ciencia: ilustraciones de la naturaleza

La mímesis es un concepto estético que remite a la copia, la imitación, el proceso de reproducción de lo real, de la naturaleza, desde la técnica. Aristóteles fue el primero en dar nombre a este concepto y a lo largo de la historia, la pintura, lo pictórico, la “imago” ha estado vinculada al avance de la ciencia en sus diversas ramas, a tal grado que diversos pintores, como Leonardo Da Vinci, Alberto Durero e incluso el mexicano José María Velasco, nos legaron, además de las obras que conocemos, algunos manuscritos o bocetos con fines más científicos que estéticos.

En la FILEY 2015 también hubo espacio para repensar la ciencia desde el arte, en la conferencia magistral “Historia de la ciencia y su representación artística. Ilustración científica o ilustración natural”, a cargo de Aldi de Oyarzabal.

Pensar la ciencia desde el arte

Entre muchos de los míticos y posibles orígenes del arte al servicio de la ciencia, Oyarzabal destacó que “los primeros dibujos científicos nacieron para la defensa de las ciudades. Entre los autores de este tipo de ilustración se encontraba Da Vinci, quien realizó verdaderos manuales de gran complejidad por medio de sus dibujos.”

Se cuentan variados ejemplos sobre las múltiples técnicas artísticas para documentar y recuperar desde la ciencia la realidad circundante, como el caso de Alberto Durero, uno de los primeros grabadores en madera que se preocupó por la matematización del conocimiento, dijo el expositor.

Técnicas, miradas y mecanismos complejos y alucinantes, en muchos casos, en pos de capturar la realidad de la manera más tangible posible, se probaron a lo largo de años de ilustración y ciencia.

En otro punto, el expositor relató que el alquimista Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, también conocido como Paracelso, se obsesionó durante toda su vida por perfeccionar muchas de estas técnicas artísticas o artesanales de la ilustración con el fin de comprender mejor el mundo.

A partir de diapositivas, en una charla tan larga como el nombre de Paracelso, De Oyarzabal destacó que los ilustradores alcanzaron mayor reconocimiento durante las expediciones de naturalistas como Darwin, a las islas Galápagos, en donde el lápiz del ilustrador John Gould nunca se detuvo mientras dibujaba cada especie que no se hubiera visto antes.

En el siglo XIX se llegó a la representación más exacta de la naturaleza y después surgió la foto fija, posteriormente el cine, y ya a finales del sigo XX las imágenes por computadora. Cuando todo parecía desdibujarse, la ilustración volvió a escena como un recurso de precisión científica, con fines didácticos más que como una necesidad de primera mano, como lo fuera hace tanto en el trabajo de los primeros ilustradores.

“Todos estamos sesgados, sea el científico o el ilustrador. Lo importante es cómo hacer visible lo invisible, de eso se trata. Cada imagen representa una época en la que se pensó de una manera especial, particular”, concluyó el ponente su recorrido en torno a lo científico y lo artístico, en donde quizás lo segundo permanezca más en el imaginario colectivo que lo primero.

Jorge Luis Tercero

La FILEY continúa con actividades hasta el domingo 15 de marzo. Consulta la programación en: www.cultura.unam.mx/filey.