Como en los primeros días del cine, cuando las cámaras corrían detrás de los hechos para convertirse en testigos de primera mano de la realidad, en 2014, a unos pocos días de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, un grupo de personas decidieron acudir al lugar de los hechos con la intención de documentar lo sucedido.
Como producto de aquel viaje, Xavier Robles presentó el filme Ayotzinapa. Crónica de un crimen de Estado, un documental que relata los hechos sobre el caso de los estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, de Ayotzinapa, en Guerrero. A Robles se le recuerda por importantes guiones como los de Rojo Amanecer y Bajo la metralla; es además un realizador que cree en la importancia de dar voz a hechos espinosos desde el cine documental.
A pesar de la austera producción, este documental sobre los 43 logra una útil recopilación de los hechos a partir de imágenes de archivo y entrevistas con los sobrevivientes, a las que se suman las de personajes como Luis Hernández Navarro (colaborador de La Jornada), José Reveles (periodista y analista político) y Jorge Gálvez (director del Museo Casa de la Memoria Indómita), entre otros.
La cinta se enfoca en los hechos que marcaron el 26 de septiembre de 2014 en la localidad de Iguala, donde no solamente 43 alumnos normalistas desaparecieron, sino que además en los testimonios recuperados en el documental se mencionan muertos y heridos civiles de los que hasta la fecha poco se sabe. Se agradece que el trabajo de Xavier Robles y su equipo no se centre en la versión oficial, sino que busque plantear reflexiones alternas.
Necesidad de filmar
En entrevista especial con Bruno Santamaría, fotógrafo del documental, nos explicó cómo fue que el director los invitó a participar en el proyecto. Según detalló el cinefotógrafo, Robles sentía la necesidad de ir a filmar a Ayotzinapa, “sin saber cuál era el guión, pero con la urgencia de comunicar, hacer memoria y dar a conocer lo que estaba ocurriendo en el país.”
Sin presupuesto ni apoyo de instituciones para la realización del documental, el equipo se movilizó son sus propios recursos para conseguir cámaras prestadas, equipo de luces y de sonido. Todo a través de descuentos, préstamos o donaciones.
“Me acuerdo que Xavier nos dijo que era importante hacer hincapié en que estábamos yendo por nuestra voluntad, y que él no sabía qué tan peligroso podría ser estar allá. Por lo que nos pedía que fuéramos conscientes y responsables de nuestra decisión de ir. Él quería filmar lo que fuera necesario aunque la verdad, por todo lo que decía la prensa, teníamos un poco de miedo. Sobre todo, por los posibles retenes militares o de narcos”, relata Santamaría.
Viaje hacia Ayotzinapa
De tal modo, el equipo de la película se desplazó durante los primeros días de noviembre a Ayotzinapa, donde convivió con los sobrevivientes de los hechos violentos ocurridos aquel día y los familiares de los estudiantes.
Santamaría cuenta que cuando llegaron a la escuela normal, ésta se encontraba llena de padres de familia, de estudiantes de otras escuelas cercanas, de colectivos de escuelas y de periodistas.
“Dormíamos en colchonetas dentro de las aulas vacías, todos comíamos ya fuera en el comedor oficial, donde hay cocineros que preparan (en esa ocasión, arroz con papa, atún y frijol), o en las canchas de basquetbol, donde estaban grupos organizados que llevaban tamales, huevo, salchichas, atoles, pan de pueblo. Todo, producto de donaciones y de voluntarios que lo preparaban. Ni un sólo día nos faltó café caliente”.
El rodaje del documental transcurrió en un ambiente de trabajo comunitario y luto, entre ofrendas para los muertos, pues además ya venía el 2 de noviembre, y gente de todas partes, entre los que se encontraban los padres de los desaparecidos.
“A pesar de que no había un guión, siempre fue claro lo que Xavier estaba buscando: quería, por un lado, hacer un registro de cómo se veía la escuela, y por otro, entrevistar a la mayor cantidad de personas posibles. Crear un gran testimonio que mostrara lo que había sucedido. Así, estuvimos cuatro días en total, tres dentro de la escuela y uno en Tixtla”, destacó.
El fotógrafo de Ayotzinapa. Crónica de un crimen de Estado también detalló un poco sobre la otra parte del proceso de filmación y post-producción que llevaron a cabo al regresar a la ciudad: “Ya en el DF se grabaron varias de las marchas y encuentros con los padres de familia. Ahí empezaron a colaborar más personas con nosotros. Posteriormente, entrevistamos a Luis Hernández Navarro y a más personas.
Bruno Santamaría, quien ha trabajado en diversos cortometrajes del CCC, escuela en la que se formó, compartió que se interesó en el proyecto por la necesidad de hacer algo desde la perspectiva del cine:
“De pronto, apareció Xavier Robles con una idea un poco improvisada, pero urgente. Él y su esposa, la productora, me parecieron una pareja comprometida con la vida y en consecuencia, con el cine, por eso no pude decir que no. De hecho, me costó mucho trabajo conseguir un asistente de cámara porque nadie quiso ir, todo el mundo tenía miedo. Al final, pienso que hubiera sido mejor que no apareciera el crédito de nadie, porque un filme así es más importante que lo que gira alrededor suyo”, concluyó.
La película, impulsada por El Principio Producciones, fue presentada previamente como una “declaración de principios” a favor de Ayotzinapa en la Cineteca Nacional. Estamos ante un documento cinematográfico que pretende contrarrestar el olvido sobre una más de las matanzas que han tenido sede en nuestro país en los últimos años. Quizá con el tiempo se vuelva un elemento clave para lograr entender lo que en este momento histórico pareciera tan difícil de analizar.
Jorge Luis Tercero
Ayotzinapa. Crónica de un crimen de Estado se proyecta del 25 de septiembre al 11 de octubre en la Sala José Revueltas del CCU. Consulta la programación en: www.cultura.unam.mx.