Gina Arizpe, la tejedora en la oscuridad, presenta Sin huella

¿Cuánto tiempo me tomaría escribir todos estos nombres?, se preguntó Gina Arizpe al tener enfrente las listas elaboradas por la sociedad civil de los feminicidios en Ciudad Juárez. De una manera casi natural, dice, comenzó a trazarlos con tinta roja, sobre papel albanene.  

“Se me acabó el espacio, le di la vuelta a la hoja. Como es transparente, la escritura de los nombres entrecruzados da la idea de un tejido visual”, narra la artista.

Como las Nornas que tejen el hilo del destino bajo la tierra, Gina Arizpe es una tejedora en la oscuridad. Desde la entraña de lo femenino, invoca a las muertas. Porque sólo lo que se nombra existe. En el acto de la escritura, Arizpe activa la potencia del nombre, y al mentar a cada una, las devuelve, una a una, a la luz de la existencia que es la memoria.

“Me parecía importante hablar de la desaparición y buscar otra materia prima que nos hiciera pensar”, dice sobre la pieza que dio origen a la serie Nombres y coordenadas que comenzó en 2016, y que, hasta este año, despliega los nombres de las víctimas de feminicidio en los 32 estados de la República y Ciudad Juárez (esta última registra de 1985 a 2019).

La segunda fase de la serie se abocó al Estado de México (2016-2019). “Al terminar me di cuenta que en un periodo mucho menor, tenía la misma densidad de ‘tejido’ que en relación con el de Ciudad Juárez. El fenómeno estaba sucediendo más rápido, al triple o cuádruple”, detalla. “Sueño que un día estas hojas lleguen a estar en blanco”.

Parte de esta obra –que la artista pretende mantener en constante actualización- se exhibe en la exposición Sin huella, que se exhibe en el Museo Universitario del Chopo y que revisa los últimos 10 años de su producción en solitario.

Gina Arizpe comenzó su trayectoria como integrante del colectivo marcelaygina (1997-2010), cuyo trabajo se basó en el accionismo y el performance. Desde entonces expresó su preocupación por el cuerpo como límite y como territorio: físico, político, social… “Todo parte de mi propio cuerpo”.

Sin huella es una muestra de consciencia: el trabajo de Arizpe reflexiona sobre la violencia de género, la migración, el esfuerzo laboral, las desapariciones forzadas y los límites a los que se somete al cuerpo en las sociedades contemporáneas, en la diferencia entre centro y periferia.

La instalación Empleo temporal (acceso) (2019-2021), por ejemplo, plantea la situación de que ciertos oficios sean puestos al servicio del crimen organizado, “por encargo” como posibilidad de subsistencia. Para ello, la artista pagó a un herrero por la confección de “ponchallantas” con los que construyó su pieza. “Los hizo para conseguir un ingreso. Pero son objetos que entrañan una violencia, un límite al tránsito”, comenta. 

Empleo temporal (acceso).

La obra apunta al contexto de violencia que se vive en el país, donde la confección de estos artefactos es solicitada con frecuencia por el crimen organizado para dañar los neumáticos de automóviles durante persecuciones o secuestros. “Aquí la pregunta atraviesa la libertad en distintos sentidos, y la noción de acceso al trabajo bien remunerado, que se entiende como acceso a buena comida, un techo”.

Sin huella toma el nombre de una pieza de 2013, el registro de una acción que Arizpe llevó a cabo en el desierto de Salamayuca, Ciudad Juárez, para hablar del concepto de desaparición. Arrastró al caminar una llanta amarrada a la cintura, con el fin de borrar las marcas de sus pasos en la arena y con ello la posibilidad del retorno.

Sin huella.

Su contacto con este enclave fronterizo comenzó en 2006, en un primer viaje para realizar un taller. Lo que vio la llevaría de vuelta en varias ocasiones. 

En 2016 comenzó una investigación sobre el cambio del paisaje en la ciudad. Los campos de algodón desaparecían y con ella la actividad económica principal de la zona: el cultivo. En su lugar se levantaban maquiladoras y con ellas se activaron otros circuitos: la migración, principalmente masculina, cambió a un mayor flujo de mujeres jóvenes, solas, que enviarían dinero a sus lugares de origen. Con la desprotección llegaron los feminicidios.

“Los primeros cuerpos aparecieron en campos de algodón. Decidí trabajar entonces con este elemento” cuenta la artista-norna, quien en la Sala de Arte Público Siqueiros presentó una acción: dos mujeres de Ciudad Juárez transformaban fibra de algodón en hilo, que se iba levantando entre ellas y los espectadores. Al cabo de tres meses, las mujeres terminaban por desaparecer ante los ojos del público, detrás de aquella veladura. 

Cuestión de tiempo.

“Había la sensación de que con el tiempo aquella herida sanaría en aquel rincón que señalábamos todos, pero con el tiempo ha permeado a todo el país, y no sólo el feminicidio, sino la violencia cruel del narco. Tendríamos que darnos cuenta que como sociedad dejamos que esto sucediera”. Mientras tanto, como Penélope, espera. El tejido social de su obra es la huella que teje y desteje, no sin esperanza. 

Gina Arizpe (México, 1972) reside y trabaja entre la Ciudad de México y Monterrey. Ha exhibido su obra en museos y recintos culturales de México, Estados Unidos, América del Sur y Europa. Su trabajo, que forma parte de colecciones públicas y privadas, ha sido reconocido en concursos nacionales, como la mención honorífica en la Bienal de Yucatán en 2014.

María Eugenia Sevilla

Sin huella, de Gina Arizpe, se presenta hasta el 3 de julio en la Galería Rampas del Museo Universitario del Chopo. Más información en cultura.unam.mx.