Festival Internacional de Piano y Foco Francia presentan a Pierre-Laurent Aimard

Pierre-Laurent Aimard (Lyon, 1957) está considerado entre los más grandes, sino el más grande intérprete de Olivier Messiaen (1908-1992). Hay una razón para ello:

Cuando Aimard tenía 12 años y entró a estudiar al Conservatorio de París, tuvo como maestra a Yvonne Loriod. Gran pianista, quien también era esposa del compositor francés. Rápidamente su talento y sensibilidad para las sonoridades extraordinarias del vanguardista le ganaron un sitio especial en la vida de los Messiaen.

Fotos: Barry Domínguez.

“Mi primer profesor de piano me enseñó música del Renacimiento hasta los últimos tiempos, así que la música contemporánea siempre formó parte normal de mi educación”, cuenta en entrevista. Cuando entró a la clase de Loriod, con quien exploraría ampliamente el repertorio de Messiaen, era el alumno más joven de la clase.

“Muy pronto me invitaron a salir de gira con ellos; hubo una relación muy cercana”, recuerda el pianista, cuya carrera acumula numerosos reconocimientos y colaboraciones con figuras como Pierre Boulez, con quien fue miembro fundador del Ensemble Intercontemporain. 

“Desde muy chico me enamoré de esta obra y me enfoqué intensamente en ella: tuve el privilegio de escuchar a Messiaen tocar el órgano, trabajé muchas piezas con él y fui a muchos de sus conciertos. También pude escuchar con él los pájaros en la naturaleza”.

Ornitólogo aficionado, el canto de las aves le inspiró a Messiaen varias obras. Era además un hombre de una profunda religiosidad, visión que volcó en partituras como Veinte miradas sobre el Niño Jesús (1944), que es considerada una pieza cumbre del repertorio para piano del siglo XX, y que Aimard interpretó el pasado 15 de marzo en la Sala Nezahualcóyotl como parte del Festival Internacional de Piano y del programa curatorial Foco Francia, de Música UNAM. 

Se trata de una serie de piezas que Aimard toca en raras ocasiones: es una partitura intrincada de más de dos horas de duración. 

“Mi historia con este ciclo es muy personal porque algunas de estas piezas las empecé a estudiar desde muy chico con Yvonne Loriod y con Messiaen. La he tocado toda mi vida, aunque no con frecuencia porque es una obra fuera de proporción; necesita permanecer como una excepción”.

En el diálogo de una vida que ha sostenido con su mentor, Aimard encontró en él a un compositor luminoso. “Su obra trae mucha luz, visión y un increíble sentido del sonido. Tenía un oído fantástico y su música nos educa para escuchar mejor”.

La creación de Messiaen está íntimamente ligada a la luz, pues poseía la condición neurológica de la sinestesia: la capacidad de asociar color y sonido. “Y combinaciones complejas de color y combinaciones complejas de sonido”, puntualiza Aimard. 

“Para la gente que no tiene sinestesia, lo que encontramos es que es una música enormemente colorida, quizá, en la tradición francesa, proveniente de Rameau, Berlioz y Ravel. La sensación del color resulta de combinaciones de sonido; es un fenómeno físico. Messiaen elige armonías muy específicas, de modo que la perfección de éstas nos da la impresión de color”, explica. 

Estudiar a profundidad los diagramas que el compositor nacido en Aviñón dibujó para relacionar ambos territorios sensoriales le ha permitido refinar su interpretación: “Si uno trabaja con su visión de la armonía, realmente podemos trabajar con el color en sí mismo, balancear los sonidos dentro de una armonía”.

Aunque Messiaen negaba ser un místico, quizá lo era, considera su discípulo. “Ciertamente era religioso en profundidad, tenía un gran conocimiento teológico y la capacidad de maravillarse y conmoverse intensamente con la creación”.

Como parte de su visita a la UNAM, en la que también ofreció una clase magistral, Aimard dará este 18 y 19 de marzo un par de conciertos al lado de la pianista serbia Tamara Stefanovich -con quien ha trabajado largamente- para interpretar el Concierto para dos pianos y percusiones de Béla Bartók (1881-1945) con la Orquesta Filarmónica de la UNAM, bajo la batuta de Ludwig Carrasco, también en el marco del Festival Internacional de Piano y el programa Foco Francia.

“Es una pieza muy fuerte, originalmente una sonata, en la que la arquitectura del sonido y del tiempo, la organización rítmica es impresionante. Ambos somos amantes de la música de Bártok, y tocamos esta obra a menudo”. No solamente: su grabación con la London Symphony Orchestra bajo la batuta de Boulez, fue nominada a un Grammy.

De ambos compositores, Aimard rescata la profunda luminosidad y espiritualidad que encuentra en su música, escrita en algunos de los momentos más oscuros de la historia.  

“Durante la Segunda Guerra Mundial, Messiaen compuso música hecha de luz, fe y esperanza. Y Bartók fue un ejemplo de nobleza, del creador que siempre apunta a la cumbre del arte, pese a cambiar constantemente sus retos composicionales. Para mí no sólo son grandes creadores, son guías espirituales”.

María Eugenia Sevilla

El pianista Pierre-Laurent Aimard actuará este fin de semana con la OFUNAM en la Sala Nezahualcóyotl. Más información en cultura.unam.mx.