Robert Ashley, compositor experimental, pionero en multimedia y cercano a las ideas de John Cage, transgredió el género operístico en 1963, al crear una pieza a partir del performance escénico, la improvisación y la música contemporánea.
A cincuenta y cuatro años de su composición, se estrenó en México In memoriam…Kit Carson, de Ashley, como parte de la inauguración del Festival IM•PULSO, a cargo del Ensamble Liminar.
Una soprano con un tocado de plumas negras, un proyector que refleja sobre un muro los diagramas de Ashley, una bailarina, pantallas, músicos e instrumentos, entre otros recursos, son algunos de los componentes que emplearon los integrantes del ensamble para montar la pieza.
Es como si Robert Ashley hubiera extraído cualquier interacción humana en un espacio y tiempo, para adaptarla no al lenguaje de la ópera que todos conocemos sino a una forma práctica de mecanismos conceptuales, explican Alexander Bruck y Carmina Escobar, integrantes del ensamble de música contemporánea y directores escénicos de esta versión, en relación a su trabajo con la partitura. Detallan además que la pieza fue escrita para un formato televisivo, porque era el medio de comunicación con mayor alcance en aquella época.
El proyector dispara sobre los muros de Casa del Lago fragmentos del libreto de Ashley, como una forma de traer el texto a la acción; la soprano es Carmina Escobar, quien entona notas libres e improvisa, mientras la bailarina Aura Gómez añade otra capa al entramado, con movimientos aleatorios, al transitar el espacio entre sonidos de instrumentos musicales (un piano o un saxofón y viola). Por su parte, el apoyo multimedia y de una voz no cantada, son referencias directas a la estética operística radical que planteaba el compositor estadounidense.
En la opinión de Alexander Bruck, Ashley creó un concepto alejado del lenguaje clásico europeo a partir de los recursos experimentales mencionados; su propósito era crear una estética nueva, propia de la cultura contemporánea de Estados Unidos.
Carmina Escobar, también profesora del California Institute of the Arts, advierte que la primera ópera de Ashley pertenece a una tetralogía sobre personajes fundacionales estadounidenses que se integra de In memoriam John Smith (1963); In memoriam Crazy Horse (1963); e In memoriam Esteban Gómez (1967).
La soprano recuerda que Kit Carson fue un peletero, un soldado y un explorador, nacido en Kentucky en 1809, que fue cercano a nativos norteamericanos, luchó contra los mexicanos y forma parte de ese sincretismo que es Estados Unidos. Escobar explica que aunque la ópera retoma el nombre de Carson no necesariamente cuenta su historia, en ese sentido, esta versión mexicana fue elaborada con las concepciones que los integrantes del grupo propusieron sobre espacio y lenguaje.
Todo el meollo de la pieza se contiene en una partitura de seis diagramas, que se conforma de 81 momentos distintos que conectan entre sí; el mapa mental fue elaborado en un lenguaje de código, a través de líneas y trayectorias que plantean recorridos. Además, Ashley dejó una hoja de instrucciones para quien decidiera montar la obra en escena. En la opinión de los integrantes de Liminar, algunos signos pueden traducirse como personajes, otros aluden a ensambles o gestos.
Ashley marca la presencia de ocho elementos humanos en escena, que no deben entenderse como personajes en el sentido de la ópera convencional. Cada ejecutante es libre de investir su papel de los atributos que quiera, lo que conducirá a eventos libres, pero que deben mantener cierta coherencia con la partitura.
Liminar adaptó la obra para nueve personas, un dueto y siete solistas; y eligieron temáticas para aproximarse al trabajo de Ashley. En primer lugar, el concepto remediar, entendido como poner algo en otro medio, luego la voz comprendida como elemento central de la ópera. En cuanto al espacio, todo se trató de adecuar la pieza a la Sala Rosario Castellanos de la Casa del Lago. Además, agregaron una variante X como elemento de improvisación, esto con el fin de generar una retroalimentación a nivel sonoro y plástico.
Para Alexander Bruck, se trata más de un performance que de una ópera, una evocación del caos y de la vida misma, donde todo se define más por cuestiones de espacio e interacción y el uso de instrumentos musicales y de la multimedia se circunscribe a esta lógica.
Jorge Luis Tercero