Entre la calma de la noche y el frenético miedo a la muerte: Las lágrimas de Edipo

Por un lado, Edipo, viejo ciego y triste, se adentra en las ruinas en compañía de la valiente Antígona, con el fin de encontrar un refugio para morir. Afuera ruge la furia de un pueblo desconocido. Del otro lado, aparece una joven de la época actual. El pueblo reclama justicia por la muerte de Julio César Mondragón, normalista asesinado y torturado junto a sus compañeros la noche del 26 de septiembre de 2014 en Ayotzinapa. La noche emana luto y dolor.

El teatro y la muerte unen la época de Edipo con la actual en una noche. El asesinato es el punto clave en ambas historias: los asesinos también cargan con su doliente humanidad. Edipo, por ejemplo, fue un niño feliz, que amó a su madre y buscó en sus brazos su cariñosa protección, aunque esto no impidió que se convirtiera en un asesino. Quienes mataron y torturaron a Julio César también son humanos, hombres con madres, padres e hijos propios, individuos con recuerdos de la infancia y de la vida. Hombres a los que todo eso no detuvo aquella noche.

Las lágrimas de Edipo es una obra escrita por Wajdi Mouawad y adaptada y dirigida por Hugo Arrevillaga. La pieza no es una apología del asesinato, sino un espacio para encontrar el luto ante la terrible realidad, que es la muerte de la juventud, y para reflexionar sobre la situación de un país cuyos jóvenes caen víctimas del poder. Ese poder implícito, que se esconde en las sombras, es la nueva esfinge que nos cierra el camino: sus palabras son incomprensibles, y por tanto derrotarlo es una empresa sin frutos. Sin embargo, es precisamente a través de las palabras y la memoria que se le puede debilitar.

El artista debe ser sensible a su tiempo, declaran los actores Vicky Araico, Mitzy Mabel y Ulises Martínez, quienes puntualizan que eso es precisamente lo que hace la obra, abrir un espacio para la memoria, para combatir el olvido. Decir las cosas no hará que los hechos desaparezcan, pero nos ayudará a ser conscientes de los mismos, a no olvidar y en un momento dado, a no repetirlos.

El director Hugo Arrevillaga destacó que la puesta en escena, que ya se había presentado en el Centro Nacional de las Artes, pasó por un proceso importante de reedición y sufrió algunos cambios. El más importante, quizá, fue que el personaje de la época actual tuvo que ser cambiado de actor a actriz, lo cual permitió abrir una nueva lectura, y de la mano de Antígona, dio voz al luto femenino, a las compañeras e hijas de los caídos, quienes como sus padres, han sufrido la ausencia y desaparición de sus seres queridos.

El tema de la obra bien podría parecer solemne y sombrío, sin embargo, la fuerza escénica de los tres actores se sobrepone a la dolorosa tarea de contar una historia estremecedora. Los tres poseen una destacable poética corporal, que ligada a la intimidad del Foro Sor Juana Inés de la Cruz y al trabajo de iluminación y planeación escénica dan por resultado una puesta en escena que, como una sinfonía, interpone el silencio al frenesí. La obra oscila de este modo entre la calma de la noche y el frenético miedo a la muerte que, desde tiempos inmemoriales ha llevado al hombre a cuestionarse, descubrir, reconocer y crear.

Eleonor González Roldán

Las lágrimas de Edipo se presenta en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz del CCU del 10 de noviembre al 11 de diciembre. Consulta horarios en www.cultura.unam.mx.