El hilo de la vida que cruza las fronteras de género

Cuando cualquier manifestación cultural (cocina, cine, danza, vestido) se cansa de sus métodos tradicionales, parece obligar a los nuevos creadores a investigar formas distintas de usar los viejos materiales. Estas innovaciones a menudo parecen de lo más estrambóticas (sobre todo para aquellos contemporáneos que las juzgan desde el recelo que provoca lo diferente), pero a la larga esta dinámica es la que logra renovar estéticas corrompidas por el tiempo y el estatismo, insuflar de vida lo que por el polvo se había quedado quieto.

Sin Walt Whitman, la poesía moderna no existiría como la conocemos; cuando publicó la primera versión de Leaves of grass, pocos se hubieran atrevido a apostar que el verso libre podría arraigar con tanta fuerza en la tradición poética, volverse norma y canon. Vivimos el momento de crisis creativa más grande que ha presenciado la historia: casi cada nuevo artista propone investigar un límite desconocido y esto, finalmente, es lo que mantiene vivas las producciones estéticas.

Uno de esos colonos de tierras inexploradas es el chileno Carlos Arias, cuya curiosa retrospectiva, El hilo de la vida. Bordados 1994-2016, estará expuesta en el Museo del Chopo hasta el 30 de abril. La muestra se compone de varias series que muestran su obra plástica textil, entre las que encontramos desde retratos clásicos de familia, hasta bordados indigenistas con intervenciones de sabor posmoderno o piezas a las que les basta la recreación con la textura de los materiales y sus encrucijadas.

Según Arias, el principio que mueve al tejido, la unión de lo horizontal con lo vertical, es uno de los más primitivos que conoce la humanidad y a través de él entramos en contacto con los albores de la creación artística: la cerámica adornada por patrones cruzados, las danzas propiciatorias y, por supuesto, las telas. Además de lo anterior, que constituye un esfuerzo por retomar una tradición poco explotada y darle vigencia, la propuesta de Arias consiste en lo opuesto, en romper con lo que antes significó la práctica textil: una actividad exclusiva de mujeres.

El chileno nos demuestra con esta exposición que lo olvidado puede regresar con más fuerza si lo repensamos desde nuestros valores: una tela significaba hace un par de siglos sólo un trabajo manual efectuado por una mujer; hoy puede ser un discurso contra algunos roles caducos de género, además de una pieza artística.

La técnica puede parecer algo baladí al momento de juzgar una obra, pero en la mayoría de los casos encierra mucho más contenido que a lo que simple vista se refleja: Garcilaso hizo más que sólo extender el aliento de la poesía castellana al introducir el verso endecasilábico, le abrió una puerta hacia la sensibilidad del humanismo renacentista. César Arias es un hijo más de esta tradición reformista que encuentra en la forma algo más que la pericia técnica: ve, sobre todo, un concepto. El ensayista mexicano Alberto Paredes lo ha expresado con un aforismo que me parece proverbial: “el estilo es la idea”.

Pedro Derrant

El hilo de la vida. Bordados 1994-2016 permanecerá en exhibición hasta el 30 de abril en el Museo Universitario del Chopo. Más información en www.cultura.unam.mx.