Dar brillo a Las gastadas palabras de siempre

Francisco Hernández, poeta veracruzano nacido en 1946, ejerció la publicidad por casi treinta años antes de dedicarse exclusivamente a la poesía. En 1982, su obra Mar de fondo ganó el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes y a partir de entonces ha cosechado premios como el Xavier Villaurrutia en 1994, el Internacional de Poesía Jaime Sabines en 2005 y el Nacional de Ciencias y Artes en el campo de Lingüística y Literatura en 2012, cúspide del reconocimiento a su afán poético.

La Colección Voz Viva de México suma a su catálogo Las gastadas palabras de siempre, antología que reúne textos de diversas obras que muestran la amplitud de temas y formas que Hernández ha abarcado a lo largo de su carrera literaria.

En algunos poemas se nota la influencia de su actividad como publicista. Tal es el caso de “Gatarsis”, que ya desde el título delata la predilección por la invención de palabras de los persuasores profesionales. Está presente, además, el deseo de sorprender y de arrebatar una risa, como en los mejores anuncios publicitarios.

Y es que para Francisco Hernández la poesía está más cerca del artificio que del acto expresivo o del manifiesto ideológico. Como explica en uno de sus poemas: “Escribir no es búsqueda. / Es impertinencia o la invención de un mapa / o simplemente el impulso / de una mente compleja / por desconectarse lo más pronto posible / de los días que lamentablemente proliferan”.

Es, en consecuencia, un poeta que gusta de las referencias; que en vez de escribir un poema en el que un hombre extraña a una mujer, asigna a él el personaje de Scardanelli y a ella el de Diótima, con las consecuencias que ello acarrea; que asume alternativamente las identidades de los pintores Gilberto Aceves Navarro, Irma Palacios y Luis López Loza en los fragmentos de Población de las máscaras, o que hace al autor inglés Robert Graves dialogar con una mujer en un episodio de Mal de graves. Francisco Goñi, en la presentación, llama a esta tendencia: “senda estilística que hace coexistir voces sin restricción alguna de temporalidad o latitud en un ambiente de complejas metáforas y sinestesias sorprendentes”. Un caso de intertextualidad o de gongorismo, según decida el lector.

Es necesario, por tanto, estar atento a las alusiones con que amplifica sus poemas. Por ejemplo, si sabemos que el título de “La degradación de la primavera” es una parodia de la conocida “Consagración de la primavera” de Stravinsky, el texto adquiere otro matiz.

A veces, Franciso Hernández experimenta con la difusa frontera entre poesía y prosa, como ocurre con “Fogata y su ubicación”, que más parece un microrrelato de realismo mágico que un poema, y con “A quien corresponda”, ficticia nota de una suicida que deja al lector con una sensación dolorosa e incómoda.

En cuanto a su voz, hay un cierto cálculo, una cierta pose de poeta que corresponde a la naturalidad sacrificada al artificio que preside sus composiciones. Tiene el suficiente grado de rispidez, la dosis exacta de desdén que debe mostrar un posmodernista desengañado de todo y de todos y ajeno a cualquier exceso sentimental. Es fácil imaginarlo recitando sus poemas sentado en un banco alto, frente a un micrófono, en un auditorio pequeño y mal iluminado, mientras el humo del tabaco se expande por aquí y por allá.

Y, sin embargo, hay ocasiones en que parece dejar a un lado el personaje que se ha fabricado y actuar de manera menos calculada. Los resultados son tan alentadores como “El tiempo”, probablemente el mejor poema del volumen, o como “Un día te morirás”. En ese sentido, valdría la pena conocer las coplas que ha escrito bajo el seudónimo de Mardonio Sinta, hechas con desenfado y en populares octosílabos.

Las gastadas palabras de siempre es, entonces, el testimonio de un poeta oscilante entre diversas formas y estilos, la obra de un autor literariamente bipolar, tripolar o multipolar, sembrada de descubrimientos y algunos callejones, pero nunca rutinaria.

Álvaro Sánchez Ortiz

Las gastadas palabras de siempre de Francisco Hernández, Col. Voz Viva de México #123, se encuentra disponible en la red de Librerías de la UNAM. www.cultura.unam.mx