Día a día observamos, en cualquier lado, figuras humanas como la nuestra; dicha habitualidad es el motivo para que pasen desapercibidas ante nosotros, al menos eso parece hasta que Corpus nos invita a detener la mirada en ellas.
Mancuernas con la resina y la sal, el tabaco, la tierra, el amaranto y la carne seca; además de la madera y el bronce, son los elementos que dotan de corporalidad a las emociones expresadas por Javier Marín en la muestra que se exhibe en el Antiguo Colegio de San Ildefonso hasta el 20 de marzo.
Como resultado de la experimentación con diversos materiales, quedan las esculturas que nos hablan acerca de cuerpos que han vivido; puede ser que, para homenajear la experiencia, la superficie de las esculturas no sea lisa y que la alianza de la resina con los materiales arriba nombrados sea una vuelta de tuerca a la “lista de cosas combinables”.
Veinticuatro “Mujercitas y hombrecitos” nos incitan a emularlos y andar sobre las paredes, dejar el suelo para colgar ahí los cuadros y abrir ventanas que nos muestren cómo es abajo. ¿Merece la pena que nos despojemos del cuerpo? Teñidos de dorado, los labios del “Hombre No” responden.
Por la costumbre de guardar la primera impresión como la única, el mensaje inscrito en la frente de los “Siete barbudos” nos orillaría a abandonar toda esperanza: M A T A R Á S. Pero podemos rodear y una vez que tenemos enfrente su espalda leemos sobre su nuca: V I V I R Á S. Al continuar leyendo las piernas y los torsos de las demás esculturas encontraremos que el cuerpo funciona como lienzo para la poesía, literalmente. Esos cuerpos también se convierten en el ingrediente principal para cocinar una avalancha de lo fragmentario, como la que cae en “En blanco”: cascada de miembros inconexos y troncos desnudos, cuerpos sin identificar.
Los accidentes perfectos no se provocan en solitario, sino que son producto del trabajo colaborativo. Corpus lo refleja en la pieza “Nudos”, una manera de agradecer a quienes trabajan en el estudio de Marín, cuya labor comparte con la piel el silencio.
La idea de un cuerpo en el cual se vean las marcas del tiempo no entusiasma a muchas personas tanto como pensar en una figura humana sin grietas. Sin embargo, esos resquicios abiertos en la piel son la ventana para asomarnos a momentos que ya pasaron y que estuvieron acompañados por una emoción. Corpus reúne 49 obras de Javier Marín —entre esculturas e instalaciones— en las que observamos cómo la sucesión de instantes vividos conforma el proceso vital de los seres humanos y la manera en que se fija sobre la dermis.
Carina Vallejo Fuentes
La muestra Corpus. La belleza de lo imperfecto de Javier Marín se presenta en el Antiguo Colegio de San Ildefonso hasta el 27 de marzo. Consulta los horarios de visita en: www.cultura.unam.mx.