Cambiar la dirección de nuestra mirada: Y si pudiera volar… ¿Qué tan alto llegaría?

¿La grandeza se mide tomando en cuenta la cantidad de correspondencias que puede albergar un sitio, una persona? De ser así, la vida prevista —si se entiende como un lugar donde sucedemos y donde nos suceden cosas, un lugar donde estamos— resulta grandiosa por sorprendente… aunque de oídas la palabra “sorprendente” prometa más de lo que pueda cumplir.

Viejas antenas de televisión recicladas que fueron transformadas en bebederos para aves; espejos en el suelo y dispuestos en las paredes de manera sumamente calculada para que reflejen la luz solar; almohadas y tapetes afuera, como recuerdo de las palapas playeras; un círculo de bambú que marca una frontera o límite, que al mismo tiempo permite el tránsito entre la sala principal y el patio del museo El Eco, son los elementos que se graban con mayor facilidad a la memoria de quien visita Y si pudiera volar… ¿Qué tan alto llegaría? porque apelan a la vista, nuestro contemporáneo sentido primordial.

En sintonía con la “escultura habitable” de Mathias Goeritz, esta intervención de Jerónimo Hagerman va más allá de sólo revertir el uso de los objetos: convoca a quien se pasea por ella a la experimentación de los espacios cotidianos a través de una vivencia que involucre todos los sentidos y que reformule la manera en que nos relacionamos con la realidad y los seres con los cuales cohabitamos el mundo.

A veces voltear al cielo resulta desolador y el piso —sí, hay un piso escondido bajo la basura— nos da lo mismo, por tales motivos preferimos sólo mirar lo que queda a la altura de nuestros ojos. Los espejos de esta intervención trasladan, entre otras cosas, las copas de los árboles a nuestros pies y, como si refractaran, dirigen también nuestra vista hacia arriba. Si pudieran hablar, o si quisiéramos entenderlos, los escucharíamos decir que hay vidas volando arriba y también vidas esquivando nuestros pasos, temerosas de ser aplastadas.

La intervención de Hagerman reinventa las cosas, pero también da propuestas para negociar con el mundo y colar sorpresas en él. Es un ejercicio arquitectónico que desde el título nos sugiere otras posibilidades y nos cuestiona sobre el modo en que construimos lugares habitables, pero también nos pregunta por la forma en que habitamos los espacios que ya estaban dispuestos antes de que supiéramos cómo hacer ladrillos y cómo manipular metales.

Y si pudiera volar… ¿Qué tan alto llegaría? es una sorpresa cuya duración se prolonga tanto como estemos dispuestos a permitir que nos invada y a consentir su intervención en nuestro acontecer diario. Se configura como un manual de habitabilidad, una sugerencia para que cada uno construya sus habitaciones. Quizá la instalación fue concebida en una ciudad como la de México con el propósito de alimentar la esperanza de pensar otros espacios dentro de un espacio que parece devorarlo todo.

Carina Vallejo Fuentes

Y si pudiera volar… ¿Qué tan alto llegaría? se presenta del 16 de enero al 27 de marzo en el Museo Experimental El Eco. Consulta el horario de visita en www.cultura.unam.mx.