Adentrarse al trepidante universo de Hamlet

Un sepulturero golpea el piso con su pala en un gesto vulgar, casi real, se prepara para contar algo o quizá sólo hace tiempo antes de seguir cavando. “Ya cuéntame, ya cuéntame”, le exige el otro con tono callejero. El primero se niega a empezar, quizá la imagen terrible de lo que está a punto de narrar pudiera reclamarle toda una noche y gran parte de la madrugada.

En el principio, fue la muerte del rey Hamlet, después vino la locura del hijo y posteriormente el festín de lujuria y cadáveres en medio del trepidante universo de William Shakespeare. Aunque eso no lo mencionan los sepultureros narradores, sino que surge de las voces desgarbadas de los actores ubicados alrededor de un foro lleno de cráneos y fosas imaginarias.

Antes de que comience la obra, dos mujeres discuten en el recibidor del recinto sobre la visión cinematográfica que Flavio González Mello imprimió a su adaptación shakesperiana de La tragedia de Hamlet, príncipe de Dinamarca, que lo llevó a sustituir lo fastuoso de otras versiones por la peripecia liberada sobre el escenario. Nos encontramos ante una adaptación del Hamlet de William Shakespeare, en la que el desafiante diseño escenográfico, a cargo de Mario Marín del Río y el montaje de las acciones se roban casi por completo la mirada del espectador.

En una vertiginosa adaptación planteada en dos niveles, primero en la parte superior del foro y luego en la inferior, la historia de Hamlet inicia en lo alto, como quien se adentra en las inmediaciones de Elsinor para presenciar una secuencia interminable de asesinatos y traiciones, que al final derivan en sepelio, bajo tierra. Terrible metáfora del teatro del mundo, aderezada con un fantasma que habla con vibraciones de copas de vino envenenadas, gracias al diseño sonoro de Eduardo Gamboa.

Invocar a la ficción

En el maleable escenario del Foro Sor Juana, se nos invita a presenciar el último adiós de Hamlet padre, rey de Dinamarca. Todos se reúnen para despedirlo, pero algo no está bien en ese cuadro, el nuevo monarca Claudius (Jorge Ávalos) parece más alegre que ensombrecido mientras disfruta de las caricias lascivas de una reina desenfadada. Una insoportable duda no deja descansar el corazón del príncipe Hamlet (Pedro de Tavira): ¿Por qué al poco tiempo de la muerte de su padre, Gertrudis, la reina, se casa con su cuñado?

¿Qué se entierra en el escenario? ¿El cuerpo de un rey o el recuerdo de una época y valores irrecuperables? Después de invocar a la ficción, después de dar sagrada sepultura a la carne simulada, vendrán los gusanos y el espectro, aparición melancólica que revela al príncipe “Heeeemlet” su misión funesta: exponer el crimen atroz; el asesinato de su padre.

La historia transcurre en Dinamarca, desde la escena se reconstruye con recursos minimalistas el homicidio del rey y la quijotesca demencia del príncipe vengador. Una locura virtuosa que ayudará a Hamlet a desenmascarar a su tío Claudius. En el trance, el héroe arrastra en un torbellino de destrucción a Ofelia (Sofía Sylwin), la doncella que lo ama y a su propia madre (María Isabel Benet), la reina que se entrega al traidor.

Mise en abyme

En una de las escenas emblemáticas de Hamlet, somos invitados al interior del teatro dentro del teatro; se trata del pasaje en el que los cómicos, por medio de un artificio dramatúrgico y por instrucción del príncipe, denuncian en palacio la muerte del rey asesinado frente a los ojos del rey asesino.

Detrás de unos paneles, que al contacto con la luz dan la ilusión de estar admirando una película silente, aparecen en escena los actores amigos del príncipe. De un discurso solemne en el texto original, el teatro en abismo se convierte en peripecia para provocar al homicida, como en un filme de los años 20 dotado de un corazón delator.

Al respecto de este pasaje, de Tavira explicó que la construcción de la conocida escena metaficcional fue montada en esta versión gracias a la coincidencia de un piano que se quedó en el teatro por la obra Reincidentes, de Alonso Ruiz Palacios. Allí el actor aprovechaba para tocar cualquier cosa durante sus ratos libres. Cuando se estaba montando la secuencia de mise en abyme, el director González Mello estaba probando si se iba a construir con pantomima o sombras y para esto llamó al actor a sentarse en el piano:

“Flavio me dijo, vamos a hacerlo como si fuera cine mudo. A ver, siéntate, toca algo. Al principio toqué cualquier tontería. Vimos que funcionaba y después fuimos cuadrando entre las acciones representadas y la música. Lo que hice al final fue buscar temas sencillos, porque tenía que tocar y actuar a la vez”, señaló el actor.

Así, en la escena que puede verse en el reciente montaje shakesperiano, mientras Hamlet toca el piano para animar aquel antifilme silente, la acción se dibuja en unos marcos como en las películas de Murnau. El rey enfurecido detiene la representación, el príncipe loco cuestiona, todo se sale de control y la obra regresa a su cauce para dirigirse hacia la revelación final: un brindis letal.

Jorge Luis Tercero

La nueva temporada de la obra incorpora al elenco a María Isabel Benet, Sofía Sylwin, Diego Garza, Raúl Briones y Jorge Avalos. La puesta en escena se presenta del 6 de mayo al 19 de de junio en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz del CCU. Para mayor información consulta: www.cultura.unam.mx.