Adaptarse o morir en El reino de los animales

En la antigüedad, existía la noción de que una persona podría identificar con mayor facilidad sus vicios y virtudes si éstos eran atribuidos a otro, pensemos en las fábulas de Esopo, por ejemplo. El otro como un ser conocido y comprensible. El otro como animal. El animal como metáfora del reflejo que el ser humano niega en sí mismo.

El reino de los animales, de Roland Schimmelpfennig, se configura exactamente como una fábula; no obstante que la línea divisoria entre animal y persona; parábola y farsa; obra de teatro y simulacro de la condición humana, se desfigure con una naturalidad onírica bastante peculiar.

Se asiste a la puesta en escena sin saber que se trata de una obra que sucede dentro de otra obra. Un juego de mise en abyme (puesta en abismo), en el que la narración original se pierde en pequeñas copias hacia el infinito. Sin embargo, El reino de los animales actúa más allá de este recurso literario. Es posible percibir la angustia de los actores que interpretan a actores. Sus malestares se convierten en los nuestros. Esta suerte de hiperrealismo otorga a la obra una perspectiva fresca y cautivadora.

La adaptación de Luis Rivera fosforesce por su fluida tropicalización a un contexto mexicano. Del elenco (los miembros del reino animal) destacan Emmanuel Lapin (la cebra/Frankie) y Esteban Caicedo (el León); dos viejos rivales en el feudo bestial y en la vida detrás del telón. Antagonismo que conmueve por su conflicto irracional. La lucha por el poder los corrompe; en realidad son almas espejo que, como el lector de la fábula, niegan su imperfección por miedo a observar cómo son en realidad.

Un huevo frito; una botella de cátsup; un molinillo de pimienta; y un totopo de maíz. Posibilidades limitadas para individuos que han vivido 6 años interpretando a animales en una producción teatral. Las presiones de sus personajes y el ambiente dramático en general los llevan a la desconfianza y la histeria. Esopo y Jean de La Fontaine estarían impresionados, pues Schimmelpfennig no sólo instruye consejos prácticos a sus espectadores, sino que los obliga a deglutir un bocado que todo histrión debe ingerir antes de desaparecer en el olvido: adaptarse o morir; relumbrar –aunque el costo sea perder la dignidad–, o perecer en la oscuridad.

Mauricio Maldonado

El reino de los animales de Roland Schimmelpfennig se presenta actualmente en Casa del Lago. Estará en cartelera hasta el 30 de agosto. Consulta los horarios en: www.cultura.unam.mx