Rolando Villazón, el tenor que quiso ser filósofo y devino fan de Mozart

• El tenor Rolando Villazón ofreció una divertida charla el pasado domingo en el Anfiteatro Simón Bolívar del Colegio de San Ildefonso
• Villazón le relató a Gerardo Kleinburg sus inicios como cantante y su método para preparar personajes operísticos
• Recomendó a los jóvenes cantantes que dejen el Internet y se pongan a cantar

Rolando Villazón no se cansa de jugar. Lo hace todo el tiempo. Ya dice una broma, o se pone una nariz roja para visitar a pequeños hospitalizados, o le lleva serenata con mariachi a Mozart o le da un toque cantinflesco al ingenuo Nemorino, personaje de El Elíxir de amor de Donizetti.


El tenor sabe bien que “el niño, el poeta, el artista, el santo y el loco juegan en serio”, como recomendaba Cortázar. Esa audacia y desparpajo han transformado a aquel niño que contaba chistes, que cantaba o hacía pequeñas obras teatrales en algo más que un animal escénico, en una idea, como lo definió Gerardo Kleinburg la tarde del miércoles en el Anfiteatro Simón Bolívar del Colegio de San Ildefonso.


A las 6:12 pm ingresó al histórico escenario universitario el cantante que abrirá las actividades del Festival CulturaUNAM este martes, a las 7 pm, en la sala Nezahualcóyotl. Vestido de negro y con una larga bufanda roja al cuello, Rolando recibió una ovación de pie por parte del público que desde una hora antes se había formado en la calle Justo Sierra del Centro Histórico.
Daba inicio así una charla salpicada de anécdotas y risas, que fue presenciada, desde el mutismo, por las figuras que pueblan el mural La Creación, de Diego Rivera.


Recién llegado de un turbulento viaje de Guadalajara, el multifacético y carismático artista se dio tiempo para compartir con el público anécdotas de sus inicios en la ópera: su intención frustrada de estudiar Filosofía en la UNAM y su llegada al Conservatorio Nacional de Música donde cantó el papel de Alexandro, de la ópera El Rey Pastor, de Mozart.


Evocó una –a su juicio–, desastrosa audición con Gerardo Kleinburg, en donde “se me olvidó la letra y eché gallos”. El promotor cultural dijo que no fue tan desastrosa y que le quedó claro que “estábamos ante un gran cantante de ópera, que tenía todo, salvo el canto.”


Recordó uno de sus encuentros con el director escénico José Antonio Alcaraz, quien un día lo encontró leyendo Palinuro de México, de Fernando del Paso, y le dijo en broma: “Deja de leer, tú eres tenor”. “Y es que los tenores tenemos fama de ser tontos”, reviró Villazón ante la carcajada del público.


Pero su pasión por la literatura ya estaba marcada desde que, siendo niño, devoraba las historietas de Cantinflas Show con la avidez con que, sin querer, leyó El llamado de la selva de Jack London. De ahí saltó a Herman Hesse y a Kafka, hasta que un día decidió tomar la pluma y escribir. Su amigo, el novelista Jorge Volpi, leyó el manuscrito y le dio un mini taller que culminó en la publicación de la primera de sus tres novelas, Malabares.


El escritor es uno de sus personajes pues, como afirmó “El ser humano crea personajes. Esto que llamamos identidad es un personaje”. Si la vida es un gran escenario, para Rolando “crear personajes me permite ser quien soy”.


Habló del personaje que ha dirigido óperas, del que traza sus movimientos en escena como si fueran coreografías, del que antes que nada respeta a la música, del gran cantante que recomienda a los jóvenes “Dejar el internet y ponerse a cantar” porque “si lo que buscas es fama, dinero y poder, vas a estar frustrado toda la vida.”


Pero también habló de su pasión por Mozart, que seguramente tiene algo de celestial pues asegura que en el cielo se escucha a Johann Sebastian Bach, pero cuando Dios se descuida, los angelitos tocan a Mozart.


Esa pasión mozartiana lo ha llevado a la dirección artística de la Fundación Internacional Mozarteum de Salzburgo, desde la cual impulsa la difusión de la música de Wolfgang Amadeus Mozart.


Rolando recomienda una dosis de al menos “10 minutos de Mozart al día”. Para él ha significado no sólo la exuberancia del inicio, el descalabro de la tristeza, sino también “el camino a la luz”. De ahí que desde su puesto lo que busca es que la gente encuentre a su amigo Mozart, pues “Mozart siempre te lleva a la luz”.