Previo a que inicie la función de Nova, coreografía de Víctor Hugo Loaiza, en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario, dos hombres ubicados en la parte frontal del proscenio visten ropa deportiva y ejercitan sus cuerpos con estiramientos, aeróbics, saltos, sentadillas y planchas boca abajo. Se acompañan con una música tenue que proviene de un teléfono celular. Dada la tercera llamada, sus cuerpos comienzan progresivamente a interactuar entre sí: entrelazan sus brazos, uno toca el rostro del otro y éste responde de igual manera. Ríen, juegan, se jalonean la ropa, son enredaderas humanas y, de pronto, rompen con esa exploración táctil para pasar a boxear a puño limpio. Luego de este intempestivo enfrentamiento se toman de las manos y se abrazan. El roce de su piel y menos ropa, tan solo en calzoncillos, sensualiza la escena.
La propuesta estética de Loaiza se sostiene en las dicotomías. En esta primera parte expone el campo de lo cotidiano, donde no hay nada más que dos cuerpos que, sin acompañamiento musical, interactúan. Ya en la segunda sección, el espectador es testigo de la representación al fondo del escenario de una constelación de estrellas suspendida en un espacio sideral. Lo etéreo como huella indescifrable.
Sonidos electrónicos, distorsiones y colores se escuchan y ven a la par, en tanto luces en tonalidades rojas y verdes caen directamente sobre los cuerpos en fusión. Más atrás, la multiplicación de imágenes en cuerpo entero da una nueva dimensión al plano erótico que sube de intensidad. Dos hombres bañados en aceite y diamantina transforman sus cuerpos en relucientes figuras geométricas.
Sostienen relaciones socioafectivas y alcanzan lo fantasioso al proyectar horizontes alejados de la normatividad heterosexual. Nova hace referencia a cómo absorbemos energía de otras personas y nos llenan. Nova es la explosión de otra realidad, algo paradójicamente tan complejo como sencillo.
Presentada el viernes 24 de febrero, la coreografía es memoria utópica queer, como también disidencia sexual que empuja cuando muestra literalmente al desnudo la afectividad alejada de la humillación y la violencia.
Felicidad epicúrea
En la misma noche se llevó a escena Let’s Dance!, pieza que forma parte de la investigación de tesis de Renée de Pedro, la cual versa sobre la danza como aproximación a la felicidad epicúrea. La pieza parte del hecho de que todos los cuerpos pueden bailar, y de esta manera aproximarse a la felicidad a través de la manifestación del movimiento.
Aquí no hay una narrativa lineal, sino el abordaje de varios conceptos de la filosofía que fundamenta a favor del hedonismo. Cada escena es la exploración de ese concepto y de cómo puede llevarse a algo más terrenal. Al menos, el final de esta pieza tiene que ver con la máxima de la filosofía de Epicuro que es la ataraxia. De Pedro entra a la ficción mediante un juego que se expande hacia el cosmos.
Su propuesta minimalista yuxtapone varios mundos: por un lado, la filosofía de Epicuro y, por otro, la cultura pop con la que la coreógrafa creció. Para empezar Let’s Dance!, Renée pide al público que suba al escenario y haga un amplio círculo. Todos de pie son bienvenidos a entender e interpretar lo que han de ver a continuación. Nueve bailarines, cinco hombres y cuatros mujeres, con vestimenta de calle, realizan una danza subjetiva, dado que tiene que ver con los sujetos que están en la escena y donde cada quien desarrolla su baile. Nada oculto.
En escena un grupo de amigos experimentan diversos placeres en un espacio verde que se construye con plantas de variados tamaños, sembradas en macetas de diferentes dimensiones. Representación de un baile azaroso y muy libre, entre los silencios que trastocan y las sonoridades reveladoras de piezas musicales de David Bowie, The Ramones, Loud Reed y, en contraste, Roberto Carlos. El hedonismo sin prejuicios que todo lo mezcla.
En Let’s Dance! se intercala lo performático, reverbera la música de los planetas al unísono. De Pedro le es fiel a la propuesta de la filosofía epicúrea: el goce como disfrute de la vida, como una práctica consciente que ahuyenta los miedos a los dioses, a la muerte y al destino.Las dos coreografías son obras seleccionadas de la convocatoria Reinventar la escena de Danza UNAM. Próximas funciones: viernes 3 de marzo a las 20 horas, sábado 4 a las 7 pm y domingo 5 a las 6 de la tarde, en la Sala Miguel Covarrubias.
René Chargoy Guajardo
Las coreografías Nova y Let’s Dance! se presentan del 3 al 5 de marzo en la Sala Miguel Covarrubias. Más información en cultura.unam.mx.