La avidez de conocimiento y quizá, por qué no, los astros, expresados en los cataclismos de la Tierra, signan el destino de una mujer que se entrega con pasión extrema a dos extremos de la comprensión del mundo: la razón y la fe: Sor Juana Inés de la Cruz, una monja jerónima que se abre paso en los debates de su tiempo, y paga el precio de ser una mujer que produce pensamiento en la Nueva España del siglo XVII.
Es a través de las pasiones y contradicciones de la poeta y pensadora que se desenvuelve el drama de La sed de los cometas, ópera que se estrena este 30 de septiembre en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario, para inaugurar el primer Festival CulturaUNAM, que organizado por la Coordinación de Difusión Cultural.
Fotos: Barry Domínguez.
Se trata de una obra comisionada por el Festival al compositor mexicano Antonio Juan-Marcos, con libreto de Mónica Lavín.
Estructurado en tres actos, el relato es hilvanado por la serie de siniestros que marcaron el tiempo de Sor Juana, explica la escritora: el paso del cometa Halley en 1680; la erupción del Popocatépetl (1663-1665), que atestiguó de niña; una inundación que anegó el Valle de México; o el eclipse de sol de 1691, que en el relato de la nueva ópera, habría anunciado el ensombrecimiento de su vida intelectual.
La serie de eventos desemboca finalmente en el incendio que, provocado por una turba en 1692, devoró el Palacio de los Virreyes, un fuego que, de manera simbólica, alude al ocaso de la religiosa, dice Lavín: asediada por haberse manifestado sobre ciertas ideas teológicas, Sor Juana habría sido obligada por su confesor, Antonio Núñez de Miranda, a deshacerse de sus libros, de sus instrumentos musicales y científicos. “Es también el incendio de sus propios saberes”, puntualiza.
“Por eso el agua, y el viento que se lleva las palabras; el fuego en las erupciones, y la tierra en este interponerse entre el sol y la luna, jugarán un papel que nos permitió hacer un recorrido de distintos momentos que van haciendo avanzar el conflicto: el asedio a las ideas de Sor Juana”.
Esta pieza es la primera incursión de Lavín en el arte lírica. “Mis padres escuchaban mucho belcanto, pero nunca me llevaban a ver ópera de niña. Mi mamá escuchaba a Pavarotti o a la Callas a oscuras, quizá ahí hay un germen inicial”, recuerda. “Después vi funciones, muy adulta”. Fue durante el “tiempo detenido” de la pandemia –ya con el encargo de elaborar el libreto para este título- que pudo ver una buena cantidad de óperas en línea. “Las veía con un asombro y con preguntas distintas”.
Lavín fue invitada a esta comisión por el compositor, quien la convocó en virtud de su lectura de Yo, la peor, obra en la que ella se adentra en las pasiones de la religiosa novohispana –y que ganó el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska 2010-. “Las ideas de mi novela están en el libreto. Ha sido un trabajo largo. Nunca había escrito uno”, expresa la también autora de Sor Juana en la cocina, y ganadora del Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 1996.
La sed de los cometas se sumerge, pues, en las tensiones que atravesó Sor Juana entre la racionalidad y las trampas de la fe; entre su pasión por el conocimiento y mantener un lugar favorable ante la corte, una posición que finalmente se vendría abajo.
“Es una mujer de ideas, que le gustaba debatir con los ilustres de su tiempo; además de gran poeta, tenía una enorme sed de conocimiento. Por eso decidí que la historia arrancara con el paso del cometa de 1680”, dice Lavín. Se refiere a la polémica que sostuvo el matemático y astrónomo Carlos de Sigüenza y Góngora con Sor Juana, sobre la interpretación esgrimida por el Padre Kino en torno al paso del cometa Halley como un mal augurio para las sociedades de su tiempo. Lectura que, en un soneto, la religiosa parece avalar, en contravención a la racionalidad que la caracterizaba. Al igual que su pasión.
“Es un momento de contradicción en Sor Juana”, advierte la escritora. “Esto me reveló su necesidad de estar bien con el poder de la época. En el libreto veremos cómo ganará espacio a los poderosos por su inteligencia, y la veremos perder cuando ya no la apoyen”.
Ahora dígalo con música
Nacido en la Ciudad de México y egresado del Conservatorio Nacional Superior de Música y Danza de París, Antonio Juan-Marcos hizo estudios en el Instituto de Investigación y Coordinación de Música/Acústica (IRCAM), en París, y se doctoró en la Universidad de California, Berkeley, donde es profesor de teoría musical y armonía. Estudió con la compositora finlandesa Kaija Saariaho, y sobre esa línea, su lenguaje musical se distingue por la creación de atmósferas sonoras en obras para ensambles, orquesta y voces. Descrito como un impresionista moderno, de sonoridad intrigante, parte de su trabajo se incluye en el repertorio de agrupaciones de vanaguadia como el Ensamble Intercontemporain. Parte de su obra se inspira en la literatura latinoamericana, como algunos poemas de Octavio Paz.
La influencia de los elementos naturales que estructura la historia dictó los espacios emocionales y sonoros de la partitura, explica el músico, para quien esta es, como para Lavín, su primera ópera.
“Uno intuye esta intención, que no está completamente explícita; la música completa esa expresión de emociones, intenciones e intuiciones de los personajes”, precisa Juan-Marcos, quien ha trabajado la partitura, de dos horas de duración, en un lenguaje atonal.
Lavín se refiere al proceso de la obra como un organismo vivo. “Me gustan los retos”, afirma. “Fui despojando la palabra de excesos para llegar a la esencia, porque en la ópera, la música es el componente que da la temperatura anímica, la maestra. Fue un trabajo de ida y vuelta”.
El compositor responde sobre el trabajo poético: “Sentí una intuición muy potente y fina en cuanto a los cantos. Como ir levantando capas de canto implícitas en diferentes pasajes, con una gama de expresiones: unos me hicieron pensar en el folclor, más rítmico, con un acompañamiento más percusivo (…) Incluso, la declamación”.
La partitura incluye citas a villancicos de Sor Juana y versos en náhuatl. También explora todas las combinatorias de tesituras que abarcan los cinco personajes de la obra: Sor Juana, la virreina María Luisa Manrique, la esclava Juana de San José, Carlos de Sigüenza y Góngora y Antonio Núñez de Miranda. Voces que se despliegan en ensambles diversos: un dúo de soprano y mezzo, barítono y mezzo, un trío de mujeres…
Más allá del feminismo
Si bien Sor Juana ha sido un símbolo feminista, esta ópera no pretende mostrarla como tal, sino acercarse a ella en sus claroscuros. “Es un personaje complejo en una época compleja, fascinante”, comenta Juan-Marcos. “Hemos tenido el cuidado de no hacer una visión reduccionista, de no volverla a poner en el lugar que uno quiera según las tendencias de la época. Se trata de mostrarla como mujer y ser humano, con su enorme talento”.
El libreto trae consigo las cargas de lectura que son distintas hoy a la primera década de los dos miles, cuando escribió Yo, la peor, admite Mónica Lavín. Hay una lectura crítica sobre la situación de la mujer en la época en la que se sitúa la obra, que, por ejemplo, hace presente la voz de las mujeres afrodescendientes, en el rol de Juana de San José. “Y no como un sidekick (acompañamiento)”, reconoce Juan-Marcos.
El elenco
Bajo la batuta de José Areán estará la Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata (OJUEM) de la UNAM, además del Coro de Madrigalistas y cinco solistas: la soprano Cecilia Eguiarte, las mezzo-sopranos Frida Portillo y Araceli Pérez Martínez, el tenor Enrique Guzmán y el barítono Rodrigo Urrutia. El trazo escénico es de Belén Aguilar, con imágenes en video de Daniel Primo y el vestuario de Mauricio Ascencio. El montaje se realiza en colaboración con la Coordinación Nacional de Música y Ópera de Bellas Artes.
María Eugenia Sevilla
La ópera La sed de los cometas tendrá funciones el viernes 30 de septiembre y el domingo 2 de octubre en la Sala Nezahualcóyotl. Más información en cultura.unam.mx.