Pareciera que el sueño del milagro mexicano se ha derrumbado sin remedio y en un abrir y cerrar de ojos que duró medio siglo, México ha sido clasificado como el país más corrupto de América Latina. De esta y otras problemáticas parte la exposición colectiva Fábulas sin moraleja. El desbordamiento de la corrupción en México, que cuenta con la curaduría de Irving Domínguez y Víctor Palacios, y se presenta en Casa del Lago.
“Tenemos un problema gravísimo que es la corrupción, algo que está en todos lados. En América Latina, ya obtuvimos el primer lugar en esto, según un artículo de Sin embargo que leí hace unos días”, comenta Carlos Aguirre, ex miembro del Grupo Proceso Pentágono y artista de una fuerte línea crítica, al platicar sobre su pieza “Mexicorrupto” (2017), que forma parte de la muestra.
Para Aguirre, es hora de llamar a los corruptos por su nombre: “políticos”, y esto lo materializa en su trabajo más reciente, un collage en el que, entre muchos rostros, aparece el de Javier Duarte, que corona la imagen, bajo la sombre de una cinta de escena del crimen donde puede leerse “Corrupto” y “Shut up”.
“Una de las cosas que más irrita a los políticos es ver su imagen distorsionada, verse un poco más grotescos de lo que son. Además, les molesta que la gente pueda usar su cara, reproducirla y burlarse de ellos. Esta es el arma que los artistas tenemos contra ellos”, señala Aguirre.
En “Rueda” (2017), Jeannette Betancourt reflexiona sobre los efectos de la corrupción en el medio ambiente, a partir de una baraja francesa modificada que adopta una forma de rueda de la fortuna.
En este trabajo, Betancourt traduce su preocupación por la tierra y la agresión de la que es objeto, para preguntarse: “¿hasta qué punto una naturaleza lastimada y en decadencia se vuelve el reflejo de una sociedad deteriorada ética y moralmente por la corrupción?”
Por su parte, el artista Antonio Bravo concibe la corrupción como una fuerza siempre en tensión con las dinámicas sociales, que él representa a partir de una placa transitable de cemento, madera, paja y tierra, en su pieza “Correlación de fuerzas” (2017).
El curador Irving Domínguez explica que el cemento simboliza el fenómeno de la corrupción en México. La idea es que, hacia el final de la muestra, la parte más suave de la pieza quede destruida, mientras que el concreto prevalezca, como una metáfora de lo que hace la corrupción a una sociedad.
Para Víctor Sulser, la corrupción se puede representar como una magia negra, un hechizo de confusión que los políticos lanzan sobre nosotros, y que él intenta capturar con su serie de cuadros “Chivo expiatorio” (2017).
En este laberinto de significaciones y “sospechosismos”, la serie “Chivo expiatorio” recupera un cuadro del escándalo del futbolista Rafael Márquez, seleccionado nacional durante casi 20 años, que este año fue acusado de lavado de dinero.
En Fábulas sin moraleja también se pueden ver piezas de Abraham González, Edgar Cobián, el colectivo de jóvenes cineastas Deriva.mx, Jesús Jiménez, la banda Los Macuanos, Isaac Torres, Julieta Aguinaco, Cecilia Barreto y Benjamín Alcántara.
Jorge Luis Tercero
Fábulas sin moraleja. El desbordamiento de la corrupción en México se exhibe en Casa del Lago, hasta el 11 de febrero de 2018.