En un bar a mitad de la carretera de camino a Fort Collins, una mujer baila cadenciosamente sobre una mesa, “You’re just like an angel, your skin makes me cry…” dice la canción de Radiohead que se escucha de fondo mientras un hombre solitario contempla extasiado aquel cuadro celestial. La mujer dirige una mirada al cielo y sonríe justo cuando unas luces la impregnan de una sustancia incomprensible. Afuera del establecimiento, que pareciera sacado de algún capítulo perdido de la serie La Dimensión Desconocida, la tormenta ruge.
Todo lo anterior es parte de una de las escenas clave de la obra Camino a Fort Collins, dirigida y escrita por Martín Zapata. La puesta cuenta con las actuaciones de Manuel Domínguez como David y Diana Sedano como Zoe, además del trabajo de escenografía e iluminación de Alejandro Luna.
Un encuentro entre dos extraños
La aventura se detona a partir del encuentro entre dos seres solitarios, un hombre que mantiene un establecimiento con poca clientela, ubicado de camino a Fort Collins, y una mujer que llega para refugiarse de la tormenta. David y Zoe, dos extraños, rompen el hielo entre sí y terminan conversando debido al aislamiento impuesto por las condiciones climáticas. Entre copas de brandy, interferencia en la radio y recuerdos nostálgicos de la infancia, los personajes se descubren como otredades compatibles dispuestas a fundirse en uno solo.
David cuenta a Zoe sobre su pasado, beben más brandy y juegan cartas mientras se sorprenden de los extraños fenómenos de voltaje que se manifiestan en la vieja radio del bar. “Llamando a base 1, responda”, se escucha decir a la interferencia que altera las ondas radiofónicas y por consiguiente las canciones de los años 50. David, sin saber por qué cuenta a Zoe sobre Katia, su esposa fallecida; Zoe cuenta a él sobre su padre que murió en un choque aéreo.
“Me enamoré de ti desde que llegaste”, confiesa el hombre sin poderse controlar, casi fuera de sí. La mujer no se sorprende: “Lo sé”, responde tranquila. Algo diferente se ha apoderado de la atmósfera, algo que proviene de la excéntrica y sonriente chica Zoe, quien esa peculiar noche de tormenta ha venido a él.
“Todos tenemos un destino que cumplir y debemos estar vivos hasta cumplirlo”, exclama ella emocionada, después de haber bebido algunas copas de brandy, justo cuando es interrumpida por el anuncio de la radio sobre extraños platillos que sobrevuelan la zona. Ambos personajes se miran, la radio falla y ella argumenta que se trata de una interferencia causada por la tormenta; pero un misterio como sacado de los Expedientes Secretos X ya se ha propagado por todo el escenario. “Tienes un desierto en tu mente”, le responde David después de que ella le permite acceder a sus pensamientos.
Teatro-ciencia ficción: teatro de aliens y naves
No existe ningún relato en el show televisivo de la Dimensión Desconocida parecido a lo que Zapata nos muestra en escena y sin embargo su obra se revela como un digno homenaje de toda esa cultura de ovnis y conspiraciones de la CIA; aunque con un interesante toque existencial:
“Esto es un poco meternos en la ciencia ficción de otra manera, a partir de la otredad que existe dentro de los humanos. Esta forma particular de la suplencia entre un ser y otro. Quería hacer una metáfora de las relaciones amorosas donde los límites se pierden en los momentos de mayor intensidad, las identidades se desbordan y la gente se funde“, dijo.
Por otro lado, los recursos lumínicos y la escenografía a cargo de Alejandro Luna ayudan mucho a configurar los mundos internos de los personajes; donde entre silencios, las cosas suceden debajo de lo aparente. Mientras los diálogos suenan, en lo subterráneo empático otra realidad se nos revela por medio de la iluminación, un radio viejo de los 40, el espacio y la tensión en las miradas.
“Quisimos utilizar la luz como una manera de anticipar cosas sin que el público lo supiera de golpe; cosas sobre viajes interplanetarios y elementos de ciencia ficción. Había la intención de crear una luz como de nave espacial, blanca y potente”, señaló Luna.
Desde la perspectiva de los actores, Diana Sedano nos explicó que para construir su personaje recurrió a sus antiguas lecturas de Ray Bradbury y a la actuación de los personajes que interpretan a los replicantes en la película clásica de Ridley Scott, Blade Runner. “La virtud de usar la ciencia ficción es que te permite hablar desde fuera de nuestra tierra para reflexionar sobre la condición humana de forma profunda. Lo que es difícil es pensar cómo pensaría un extraterrestre, el único referente es cómo lo imaginamos, como han hecho tantos grandes del género”, concluyó.
Jorge Luis Tercero
Camino a Fort Collins se presenta en el Teatro Santa Catarina hasta el 6 de diciembre. Consulta los horarios en www.cultura.unam.mx.