León Felipe, poeta nacido en Tábara, Zamora, hizo llevadero su exilio en México a partir de la escritura (algunos autores dicen que ese es su verdadero hogar). En 1938, un par de años después de que se desencadenara la guerra civil española, León Felipe volvió a México (antes, en 1923, ya había sido invitado por Alfonso Reyes a tierras mexicanas) para instalarse aquí, definitivamente, como consecuencia de su exilio.
Además de los poemarios escritos en México, León Felipe elaboraba guiones de televisión de los que, un buen día, seleccionó ocho para componer una obra teatral: El Juglarón, publicada en 1961 y que consta de ocho piezas cortas.
Luego de cincuenta y cinco años, El Juglarón vuelve a escena con el Carro de Comedias de la UNAM, que retoma cuatro de las ocho historias: “La mordida”, “Justicia de Sancho”, “Princesa Doña Gauda” y “Tristán e Isolda”. Cervantes y un juglar —personaje que, a grandes rasgos, iba de un lugar a otro contando historias— son quizá los elementos de la tradición literaria europea que reconocemos a golpe de vista y que León Felipe coló en esta obra para mantenerse en diálogo con España. En la adaptación, los duendecillos del reparto original no aparecen, sin que ello sea un factor que demerite el trabajo realizado para este montaje en el que, además, la música resulta un elemento indispensable.
Cuenta la historia que el juglar saca de su bolso una a una las piezas teatrales que se representarán: “Cuentos como sueños y sueños como cuentos… yo no hago más que darles vida”. Volviéndose al público, nuestro narrador da paso a la historia de Simplicio, un hombre que sólo quería estar en la corte; en su camino se encuentra con los sirvientes del rey, quienes intentan sobornarlo y le prometen que, a cambio de que Simplicio les entregue su ganso, ellos lo ayudarán a lograr su cometido, ¿cómo terminan las cosas?
Dejamos a Simplicio y su ganso para que “Justicia”, tomada de un episodio de Don Quijote de la Mancha, nos muestre cómo Sancho al ser gobernador de la ínsula Barataria ejerce justicia sobre sus súbditos. “La princesa Doña Gauda” se abre paso en el escenario luego de los avatares de Sancho, ¿el poder que Doña Gauda tiene gracias a su condición de princesa le dará derecho para alterar el curso de una vida, con tal de que ella logre ser feliz?
Pero sigamos escuchando al juglar que de su bolso extrae la última historia de esta ronda: Tristán e Isolda protagonizan el cuadro un poco alejados de los idilios medievales. Tristán no tiene dinero para el regalo de navidad de su amada Isolda; ella, más optimista, recalca que no importa tanto lo material mientras estén juntos… ¡Alto aquí! ¿Recuerda usted el icónico: “¡Chachita, te cortaste el pelo!”? Si usted asiste a la función del Carro de Comedias repase antes esta escena.
Tener un lugar donde permanecer no es sinónimo de que podamos habitarlo; la estadía, no obstante, se hace más llevadera cuando traemos con nosotros algunos elementos del suelo que dejamos. Si bien la relación con el espacio al cual ya no retornaremos resulta conflictiva, los recuerdos con los que decoramos la nueva casa nos dicen que allá, pese a la violencia, sí pasaron cosas buenas. León Felipe quizá lo sabía y nos legó un tejido de historias impregnado de algunos elementos españoles con los que sentía esta tierra como su hogar.
Carina Vallejo Fuentes
El Carro de Comedias presenta cuatro piezas de El Juglarón los días 14 y 15 de enero, en la Explanada de la Fuente del CCU a las 11:00 hrs.