Los griegos crearon tragedias para exhortar a la audiencia y a los mismos actores a purificarse y liberarse de emociones, proceso conocido comúnmente como catarsis. Aristóteles entendía este procedimiento como una necesidad médica: un cúmulo atrapado de sentimientos que debía expelerse por salud. Si espectadores e intérpretes desequilibrados pudieran restaurar su estado emocional, entonces serían mejores ciudadanos y por ende, personas sobresalientes.
Medea, una de las 19 obras de Eurípides que se conocen, expresa esta misma transformación psíquica, todavía vigente, más de 2400 años después de su creación. La protagonista, homónima de la obra, expresa un cúmulo de pasiones y pensamientos que sin duda hemos sentido o tenido en mente: ira, celos, desesperación, humillación, venganza. Entender la personalidad de Medea significa inferir el dolor de todas las mujeres de la historia; comprender, por más sanguinarias e irracionales que pudieran ser sus acciones, el dolor de la deshonra.
La obra es paradójica en su desarrollo y desenlace. A diferencia de otras tragedias, la protagonista logra salirse con la suya. No obstante que su destino fuera irremediable, es curioso observar cómo sus planes se consuman sin mayor castigo que el de una especie de locura racionalizada. Es por esto mismo que Medea, vista desde la actualidad, posea fulgores de feminismo contra un discurso que la ostenta como un objeto, listo para ser desechado en cualquier instante. Es irrefutable que el poder de Medea como mujer ultrajada radique en todas las fronteras que está dispuesta a cruzar para conservar su honor y autoestima.
La adaptación de Germán Castillo y Mansell Boyd brilla por su minimalismo. El Teatro Santa Catarina es un aliado perfecto para esta charla en la que se expresa mucho con poco. Fuera el exceso de actores, diálogo y escenografía triviales. Sólo se necesitan tres actores, diálogos directos, lámparas que simulen el día, la noche y la tempestad del corazón… lo demás es silencio.
En el papel de Medea, Dobrina Cristeva manifiesta, sin duda, la elegante evolución de una mujer que entiende la venganza como único camino hacia la estabilización de la promesa violada. Alberto Gallardo, que interpreta a Jasón, languidece no por una actuación fallida, sino por sufrir su deslealtad. Su objetivo, aquí, no es resplandecer.
Mauricio Maldonado
Medea, primera obra del ciclo “Los grandes personajes”, que se completa con Antígona y Hamlet, se presenta en el Teatro Santa Catarina del 14 de agosto al 4 de octubre. Horarios: www.cultura.unam.mx.